Elvirita Hoyos Campillo
Colombia
Tengo tres días y cuatro noches caminando a nueve horas, que se le suman,
frente a una hoja en blanco, tratando de escribir un cuento que está reacio a
ver la luz y tomar forma en ella, para levantarse y salir a un mundo confuso
que se le antoja difuso. Se acabó el café y con él los cigarrillos; los dedos
nerviosos tamborilean el alma, las ojeras cuelgan en el marco de unos ojos
cansados que no quieren cerrarse por el azuce de una mente alerta hasta parir
una historia.
Me hallaba cavilando sobre las doce pautas para escribir un cuento,
tratando de descifrar los sonidos que encierran las palabras mudas, cuando
escuché un siseo por mí oreja izquierda, que me fue penetrando como una onda de
radio y ajustando hasta volverse nítida como la voz de un hombre. Esa voz dijo
llamarse Miguel.
Vino a contarme el secreto de cómo hizo para tirarse del duodécimo piso
de un edificio de nombre olvidado, ubicado en una ciudad de la que no tenía
memoria, sin que nadie sospechara su propósito. Luego, me mostró a Rocío. Él la
encontró un día que ambos deambulaban por trayectorias distintas, por entre
cúmulos de condensadas nubes como nieblas oscuras, que no les dejaban ver el
sol. Entonces quiso ayudarla, para liberarse de su carga irredimible, musitando
al oído de Rocío, el placer que se siente al caer en el vacío rompiendo la
suavidad de los vientos.
Rocío, perdida
en la maraña de su propio desvarío anda, y junto a ella un niño que le es
extraño, se aferra. El niño pálido y traslúcido, anhela abrir la puerta de un
recinto oscuro, y Rocío trata de asir el picaporte cuya luminosidad refulge en
lo negro del espacio, pero la manija se aleja de sus manos cada vez que ella
trata de alcanzarla.
Y por esto es que Miguel los ha traído a mí, y están aquí para que los
ayude a abrir aquella puerta y salga el niño. Pero yo no puedo, porque ellos
moran en ese mundo existente entre los vivos y los muertos.
Un real maravilloso estilo alejo Carpentier. La realidad de lo existente y lo fantasioso que le da una atmósfera atrayente hasta terminar el cuento. Me agrada la descripción tocando acertadamente lo poético. Te felicito.
ResponderBorrarMagistral descripción. En este mundo material no solemos creer en lo que nuestros sentidos no pueden percibir... Pero hasta la ciencia a comprobado que existen cosas que nuestros sentidos no alcanzan a asumir... Así que por qué no creer en EL LIMBO, otras dimensiones y seres que aunque no vemos, oímos, tocamos o degustamos, puede que estén allí más cerca de nosotros de lo que pensamos. Hermoso relato.
ResponderBorrarAgradecida por tus palabras Guberlin Rojas.Atentamente,Elvira Hoyos.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarSalip Sananda.Agradecida por su atenta lectura,Elvira Hoyos.
ResponderBorrarmuy interesante.
ResponderBorrarGracias Gustavo, por tus estimulantes palabras.
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