martes, 22 de septiembre de 2015

La Bruma



Maritza Sevilla V.
Venezuela


— ¡Qué no, padrecito, qué no me arrepiento! —grita el hombre encarando al sacerdote.
— ¿Pero qué te hicieron esos muchachos, Juvenal? ¿Cómo has podido hacer algo tan horrible?
— ¿Horrible? ¡Horrible lo que ellos hicieron a mi Rosita y a mi pobre Carmela! Casi me las matan. Merecían la muerte. Lo que hicieron no puede tener perdón de Dios.
— Dios nos perdona a todos, hijo.
— ¡A ellos no! A ellos no puede perdonarlos, padre —el hombre rompe a llorar—. Rosita, mi pobre bebé.
— ¡Cálmate hijo! Cálmate y cuéntame lo que pasó.
— Se hicieron pasar por mis amigos ¡Amalaya sea el momento en que los recibí en mi casa! A veces compartíamos un trago de aguardiente. ¡Eso no se le hace a un hombre! Carmela nos acompañaba un ratito y después se iba al cuarto con la niña.
“El martes en la noche estuvieron aquí, les dije que no podíamos conversar hasta tarde porque tenía que viajar a Cocuizas temprano en la mañana. Les conté  lo del viaje, padre. Esos desgraciados lo planearon todo —Juvenal llora y aprieta los puños—. Les dije que siempre que iba regresaba a casa cerca de la medianoche. ¡Confié en ellos, padrecito!
"Cuando llegué encontré las cosas regadas. Carmela tirada en el piso, inconsciente, tenía golpes en la cara y en los brazos. Corrí al cuarto y allí estaba mi Rosita, en su cama, con su ropita llena de sangre; pero respiraba. Grité pidiendo ayuda a los vecinos y el buen Isidro vino con Carmen, su mujer y me ayudaron a llevarlas a la medicatura en su camioneta. Les pregunté si habían visto algo extraño y me dijeron que no”.
Juvenal solloza, se tapa la cara con las manos y el sacerdote le coloca la mano en el hombro.
— Los médicos revisaron a mi bebita y dijeron que tenía un desgarre porque esos desgraciados la habían violado. ¿Cómo quiere que me arrepienta de haber matado a esos degenerados? Los doctores tuvieron que sedarla para que no sufriera. Cuando pude hablar con Carmela, la pobre solo lloraba porque no pudo evitar que le hicieran daño a la niña. A ella la agarraron  Juan y Evaristo y  le dieron golpes para dejarla inconsciente y no gritara. Me la violaron también. Ella vio cuando Matías entró en el cuarto a abusar de mi chiquita...
Juvenal queda en silencio, los ojos sin brillo.
— Me volví loco, padre. Regresé al rancho a buscar la escopeta. Salí en la bicicleta a  buscarlos por el pueblo. Serían ya como las cinco. Usted sabe, a esa hora las calles están llenas de neblina; pero los vi. Los muy desgraciados iban por la bajada del Peñón. Me acerqué lo más que pude sin hacer  ruido para que no se me escaparan. Les disparé. Los malnacidos ni vieron de donde salieron los tiros. Los maté a los tres como los perros que eran.
El sacerdote pasa sus dedos por el cabello de las sienes y los une por un momento en la nuca, mientras mantiene la mirada fija en el piso.
— ¡Ay, Juvenal! ¡Qué gran dolor me causas! Tú eres un hombre bueno. El por qué de estas cosas que pasan solo Dios lo sabe.
— Y no, no me arrepiento, padrecito.
— ¿Conoces a Eleuterio, el del conuco del cerro arriba?
— ¡Claro! Ése es un buen hombre.
— ¿Sabes que tiene dos hijos?
— Muchachos de bien, igualitos a su papá. ¿Qué pasa con ellos padre?
— Consiguieron una oportunidad para estudiar en la capital. Hoy tenían que llevar unos documentos para inscribirse y, como no saben ir solos, Manuel el hijo de misia Ramona se ofreció a acompañarlos. Se quedaron durmiendo en su casa para salir bien temprano. A ellos les disparaste, Juvenal. ¡A esos pobres muchachos!



domingo, 13 de septiembre de 2015

2do Concurso Literario Amazon para autores independientes


 Deanna Albano participa en el 2do Concurso Literario Amazon para autores independientes

 Los niños, que viven en las grandes urbes, se van a la calle deslumbrados por las luces de la ciudad e idealizan sueños de libertad. La calle convertida en escuela para la vida, donde el tiempo no tiene sentido y las horas apenas son referencia.
La ilusión, más temprano que tarde, se desvanece pero los chicos no consiguen el camino de regreso a su casa. Son historias de niños y adolescentes que quisieron vivir un sueño, pero solo se convirtió en una burbuja.
Fuente:

www.amazon.es/El-sue%C3%B1o-no-es-calle-ebook/dp/B014P0SRBO/ref=sr_1_37?s=digital-text&ie=UTF8&qid=1441041094&sr=1-37
















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