Belisario Oliva Sosa
Perú
En la
hermosa caleta de San Andrés, localizada a 350 kilómetros al sur de la ciudad
de Lima, sus límpidas y cálidas aguas albergan una variedad importante de
peces, por lo que un gran número de pescadores artesanales, con sus
multicolores botes y acompañados por sus redes y demás aparejos de pesca, dan a
las playas cercanas una vistosa imagen llena de colorido donde naves y
pescadores parecieran danzar como ofrenda al mar para obtener éxito en la
pesca.
Eulogio
Rivas es un joven pescador que ayuda a su padre Aurelio en las faenas diarias
saliendo en un pequeño bote de propiedad de la familia. En las faenas de pesca
se distingue por sus fuertes brazadas y gran resistencia al nadar en las no muy
tranquilas aguas marinas. No logra terminar el último año de educación
secundaria porque su padre lo llama a trabajar para atender las necesidades
familiares.
Una
mañana muy soleada, más o menos a las 9.30 a.m., los Rivas regresan con abundante
pesca y de buena calidad. Traen mucha Corvina, lo que se va a traducir en
buenos ingresos en dinero, por la gran demanda que tiene este pescado en los
restaurantes más exclusivos de la ciudad de Lima.
Como el
sol brilla abrasador, Eulogio decide darse un merecido remojón en el mar antes
de ayudar a su padre en la reparación de las redes que habían quedado dañadas
luego de la última faena. Y así lo hizo. Nada mar adentro apoyándose en su fama
de gran nadador. Cuando se dispone a regresar, las corrientes marinas lo impulsan
mar adentro, impidiendo su retorno. Por más que lucha contra las corrientes, no
puede superarlas, alza las manos pidiendo auxilio, para que sus colegas puedan verlo,
pero estos ni se inmutan. Jamás se les pasa por la mente que el gran Eulogio
puede estarse ahogando. Desesperado y
agotado Eulogio decide “hacerse el muerto” y se deja llevar por la corriente
marina para de esta
manera recuperar fuerzas.
Después
de flotar por espacio de más de dos horas, llevado por la corriente marina, el
joven no puede creer lo que ven sus ojos: Una isla de regulares dimensiones con
abundante vegetación. Con sus últimas fuerzas nada hacia ella; cuando por fin llega
a sus playas se siente desfallecer y cae rendido en la arena.
Eulogio
despierta echado sobre una tarima, rodeado por hombres, mujeres y niños que lo observan.
Todos usan la misma vestimenta, como uniformados, con blusa, pantalón y mocasines
hechos de una piel muy fina, adecuadas al ambiente de mucha vegetación y
abrasante sol. Una joven le acerca un bol con agua y le indica que la beba. A
la par, un adulto, que aparenta ser el jefe, se le acerca y le dice:
––Te
vimos llegar nadando a la playa y desplomarte desmayado. Has estado
inconsciente por más de seis horas. Estás muy agotado y deshidratado. Debes de
venir de lugares muy lejanos. Sigue descansando que muy pronto te daremos
alimentos para acelerar tu total recuperación.
Con las
atenciones de los lugareños y por su fuerte contextura, Eulogio se recupera rápidamente.
El jefe de la civilización lo invita a conocer algunos aspectos importantes de
la isla. Ayudado por una comitiva inicia su recorrido utilizando los innumerables
puentes colgantes amarrados fuertemente a las copas de los inmensos y frondosos
árboles que en gran número existen en el lugar. Otros puentes dan la impresión
de estar sellados a las rocas y acantilados, que también hay en gran cantidad.
Pasan cerca a una construcción que ellos lo llaman Bazar. Allí se venden telas
y pieles de diversa textura y color. Al preguntar por el precio de una de
ellas, le responden que en su civilización no existe el dinero. Todas las
adquisiciones se truecan con trabajo.
Luego
llegan a unas lomas, de un esplendoroso verdor, cuyo paisaje es bellamente
adornado por dos cataratas de más de cien metros de altura. Las caídas de agua permiten
la formación de arcos iris y de refrescantes brisas que le dan al lugar una
belleza indescriptible. A una regular distancia de las cataratas, existe una
gran construcción con varios ambientes cuyo techo parece ser de pasto vivo por
el exuberante verdor que presenta. Uno de la comitiva le indica que aquel
edificio es conocido por todos como el Templo del Saber donde los Dubsar,
enseñan a todos no solo Religión, para
tener un concepto definido de lo infinito, si no también Filosofía, para
comprender el bien y el mal; Geometría, para medir la Tierra; Aritmética, para
cálculos cotidianos; Astronomía para calcular las variaciones climáticas y las
estaciones; Mecánica e Hidráulica para la ingeniería y, Arquitectura, para
hacer las construcciones. A este templo debe asistir a partir de mañana Eulogio
para empaparse de toda la cultura de esta isla y probar si puede adaptarse a
ella. Luego pasan por unos ambientes solamente techados, que ellos llamaron los
Comedores, donde toman sus alimentos. Su dieta básicamente está conformada por
legumbres, verduras y frutas varias. No consumen carne, a excepción del pescado,
dos veces a la semana.
Luego
de permanecer por más de tres meses en la isla, Eulogio repara en la total
ausencia de ancianos en la comunidad, preocupación que traslada al jefe de esta
extraña pero eficiente civilización. Este, que lo ha llamado para comunicarle
algo muy importante, le dice:
––Comprendo
tu preocupación Eulogio. En nuestra civilización no existe la ancianidad. Cuando
llegamos a los 150 años de edad en el tiempo de nosotros, nos dirigimos a un lugar
muy secreto, que no te enseñamos por seguridad. Allí, una glándula de nuestro
cuerpo segrega un líquido que envuelve todo nuestro ser como si fuera una
crisálida gigante. Así permanecemos encerrados
por espacio de siete días, al cabo de los cuales la envoltura se deshace
y escapa una energía inteligente en forma de luz brillante que tiene la
facultad de viajar por todo el universo sin limitaciones de tiempo ni espacio.
Es la retribución por haber logrado nuestro total desarrollo físico y
espiritual.
“Pero
esa no es la razón principal por la que te he convocado. Los Dubsar me han
hecho llegar las conclusiones del estudio sobre tu situación en la isla y las
posibilidades de adaptación a nuestra cultura. Ellos consideran que es
necesario que en tu mundo, completes tu formación personal con más vivencias
terrenales y con mayores elementos de instrucción y culturas profesionales.
Para lograr ello te hemos construido una nave para que llevada por las
corrientes marinas te ubiquen en la dimensión y el lugar de donde provienes.
Y
así ocurre. En el horizonte de la caleta de San Andrés, la nave con Eulogio a bordo es divisada
por su padre y por sus amigos pescadores, quienes prestos y ayudados por sus
embarcaciones remolcan a la nave de Eulogio hasta las playas de la caleta.
Don
Aurelio abrazando a su hijo le dice:
––Hace
24 horas que te estamos buscando, no he salido en faena por ello. Creímos lo
peor, que te habías ahogado, solo esperábamos que el mar arrojara tu cadáver.
––No
puede ser posible que solo ha transcurrido un día, si yo he permanecido más de
tres meses en una isla.
Las
declaraciones de Eulogio son tomadas como divagaciones a consecuencia de su
excesiva exposición al sol. Lo importante es que está de regreso “vivito y coleando”.
En
los días siguientes, con los ánimos más calmados, Eulogio comunica a su padre su
deseo de terminar los estudios secundarios y presentarse el próximo año a la
Universidad de la ciudad de Ica, para estudiar Ingeniería Pesquera. Don Aurelio
aprueba todos los proyectos de superación personal de su hijo mayor.
Para
Eulogio el tiempo pasa volando entre las faenas de pesca ayudando a su padre,
sus clases y carenando la nave con la que regresó de la isla. Llegó el día de
su graduación y Eulogio se tituló de Ingeniero Pesquero.
De
inmediato se aboca a conseguir que la familia adquiriera una de las bolicheras
que el Gobierno está rematando. Convence a su padre de vender su viejo bote y
con un préstamo, que solicitan a la Cooperativa de Pescadores Artesanales,
completan la cuota inicial que les piden. La familia Rivas continua con suerte;
una vez que asumen la plena propiedad de la bolichera, la Pesquera Huáscar, —una
de las más importantes de la zona—, les ofrece comprar toda su pesca de anchoveta
siempre y cuando trabajaran de manera exclusiva para esta empresa. Con ello la
familia Rivas tiene asegurada su tranquilidad
económica por varios años.
Solo
cuando comprueba que su familia se ha consolidado laboral y económicamente,
Eulogio decide partir en la nave que los isleños le han construido. Su padre
Aurelio, no hace preguntas, pero le recuerda que desde su regreso había
cambiado mucho, pero para bien. A través de la amplia ventana de su dormitorio,
con los ojos llenos de lagrimas, don Aurelio observa como la nave se va
alejando, guiada por las corrientes marinas y llevando a su primogénito a su
destino señalado. Al mismo tiempo Eulogio recibe telepáticamente el siguiente
mensaje: “Eulogio estas en el camino correcto, te esperamos con los brazos
abiertos.”