martes, 25 de marzo de 2014

El elegido



Belisario Oliva Sosa
Perú
En la hermosa caleta de San Andrés, localizada a 350 kilómetros al sur de la ciudad de Lima, sus límpidas y cálidas aguas albergan una variedad importante de peces, por lo que un gran número de pescadores artesanales, con sus multicolores botes y acompañados por sus redes y demás aparejos de pesca, dan a las playas cercanas una vistosa imagen llena de colorido donde naves y pescadores parecieran danzar como ofrenda al mar para obtener éxito en la pesca.
Eulogio Rivas es un joven pescador que ayuda a su padre Aurelio en las faenas diarias saliendo en un pequeño bote de propiedad de la familia. En las faenas de pesca se distingue por sus fuertes brazadas y gran resistencia al nadar en las no muy tranquilas aguas marinas. No logra terminar el último año de educación secundaria porque su padre lo llama a trabajar para atender las necesidades familiares.
Una mañana muy soleada, más o menos a las 9.30 a.m., los Rivas regresan con abundante pesca y de buena calidad. Traen mucha Corvina, lo que se va a traducir en buenos ingresos en dinero, por la gran demanda que tiene este pescado en los restaurantes más exclusivos de la ciudad de Lima.
Como el sol brilla abrasador, Eulogio decide darse un merecido remojón en el mar antes de ayudar a su padre en la reparación de las redes que habían quedado dañadas luego de la última faena. Y así lo hizo. Nada mar adentro apoyándose en su fama de gran nadador. Cuando se dispone a regresar, las corrientes marinas lo impulsan mar adentro, impidiendo su retorno. Por más que lucha contra las corrientes, no puede superarlas, alza las manos pidiendo auxilio, para que sus colegas puedan verlo, pero estos ni se inmutan. Jamás se les pasa por la mente que el gran Eulogio puede estarse  ahogando. Desesperado y agotado Eulogio decide “hacerse el muerto” y se deja llevar por la corriente marina para de esta manera recuperar fuerzas.
Después de flotar por espacio de más de dos horas, llevado por la corriente marina, el joven no puede creer lo que ven sus ojos: Una isla de regulares dimensiones con abundante vegetación. Con sus últimas fuerzas nada hacia ella; cuando por fin llega a sus playas se siente desfallecer y cae rendido en la arena.
Eulogio despierta echado sobre una tarima, rodeado por hombres, mujeres y niños que lo observan. Todos usan la misma vestimenta, como uniformados, con blusa, pantalón y mocasines hechos de una piel muy fina, adecuadas al ambiente de mucha vegetación y abrasante sol. Una joven le acerca un bol con agua y le indica que la beba. A la par, un adulto, que aparenta ser el jefe, se le acerca y le dice:
––Te vimos llegar nadando a la playa y desplomarte desmayado. Has estado inconsciente por más de seis horas. Estás muy agotado y deshidratado. Debes de venir de lugares muy lejanos. Sigue descansando que muy pronto te daremos alimentos para acelerar tu total recuperación.
Con las atenciones de los lugareños y por su fuerte contextura, Eulogio se recupera rápidamente. El jefe de la civilización lo invita a conocer algunos aspectos importantes de la isla. Ayudado por una comitiva inicia su recorrido utilizando los innumerables puentes colgantes amarrados fuertemente a las copas de los inmensos y frondosos árboles que en gran número existen en el lugar. Otros puentes dan la impresión de estar sellados a las rocas y acantilados, que también hay en gran cantidad. Pasan cerca a una construcción que ellos lo llaman Bazar. Allí se venden telas y pieles de diversa textura y color. Al preguntar por el precio de una de ellas, le responden que en su civilización no existe el dinero. Todas las adquisiciones se truecan con trabajo.
Luego llegan a unas lomas, de un esplendoroso verdor, cuyo paisaje es bellamente adornado por dos cataratas de más de cien metros de altura. Las caídas de agua permiten la formación de arcos iris y de refrescantes brisas que le dan al lugar una belleza indescriptible. A una regular distancia de las cataratas, existe una gran construcción con varios ambientes cuyo techo parece ser de pasto vivo por el exuberante verdor que presenta. Uno de la comitiva le indica que aquel edificio es conocido por todos como el Templo del Saber donde los Dubsar, enseñan a todos no solo Religión,  para tener un concepto definido de lo infinito, si no también Filosofía, para comprender el bien y el mal; Geometría, para medir la Tierra; Aritmética, para cálculos cotidianos; Astronomía para calcular las variaciones climáticas y las estaciones; Mecánica e Hidráulica para la ingeniería y, Arquitectura, para hacer las construcciones. A este templo debe asistir a partir de mañana Eulogio para empaparse de toda la cultura de esta isla y probar si puede adaptarse a ella. Luego pasan por unos ambientes solamente techados, que ellos llamaron los Comedores, donde toman sus alimentos. Su dieta básicamente está conformada por legumbres, verduras y frutas varias. No consumen carne, a excepción del pescado, dos veces a la semana.
Luego de permanecer por más de tres meses en la isla, Eulogio repara en la total ausencia de ancianos en la comunidad, preocupación que traslada al jefe de esta extraña pero eficiente civilización. Este, que lo ha llamado para comunicarle algo muy importante, le dice:
––Comprendo tu preocupación Eulogio. En nuestra civilización no existe la ancianidad. Cuando llegamos a los 150 años de edad en el tiempo de nosotros, nos dirigimos a un lugar muy secreto, que no te enseñamos por seguridad. Allí, una glándula de nuestro cuerpo segrega un líquido que envuelve todo nuestro ser como si fuera una crisálida gigante. Así permanecemos encerrados  por espacio de siete días, al cabo de los cuales la envoltura se deshace y escapa una energía inteligente en forma de luz brillante que tiene la facultad de viajar por todo el universo sin limitaciones de tiempo ni espacio. Es la retribución por haber logrado nuestro total desarrollo físico y espiritual.
“Pero esa no es la razón principal por la que te he convocado. Los Dubsar me han hecho llegar las conclusiones del estudio sobre tu situación en la isla y las posibilidades de adaptación a nuestra cultura. Ellos consideran que es necesario que en tu mundo, completes tu formación personal con más vivencias terrenales y con mayores elementos de instrucción y culturas profesionales. Para lograr ello te hemos construido una nave para que llevada por las corrientes marinas te ubiquen en la dimensión y el lugar de donde provienes.
Y así ocurre. En el horizonte de la caleta de San Andrés, la nave con Eulogio a bordo es divisada por su padre y por sus amigos pescadores, quienes prestos y ayudados por sus embarcaciones remolcan a la nave de Eulogio hasta las playas de la caleta.
Don Aurelio abrazando a su hijo le dice:
––Hace 24 horas que te estamos buscando, no he salido en faena por ello. Creímos lo peor, que te habías ahogado, solo esperábamos que el mar arrojara tu cadáver.
––No puede ser posible que solo ha transcurrido un día, si yo he permanecido más de tres meses en una isla.
Las declaraciones de Eulogio son tomadas como divagaciones a consecuencia de su excesiva exposición al sol. Lo importante es que está de regreso “vivito y coleando”.
En los días siguientes, con los ánimos más calmados, Eulogio comunica a su padre su deseo de terminar los estudios secundarios y presentarse el próximo año a la Universidad de la ciudad de Ica, para estudiar Ingeniería Pesquera. Don Aurelio aprueba todos los proyectos de superación personal de su hijo mayor.
Para Eulogio el tiempo pasa volando entre las faenas de pesca ayudando a su padre, sus clases y carenando la nave con la que regresó de la isla. Llegó el día de su graduación y Eulogio se tituló de Ingeniero Pesquero.
De inmediato se aboca a conseguir que la familia adquiriera una de las bolicheras que el Gobierno está rematando. Convence a su padre de vender su viejo bote y con un préstamo, que solicitan a la Cooperativa de Pescadores Artesanales, completan la cuota inicial que les piden. La familia Rivas continua con suerte; una vez que asumen la plena propiedad de la bolichera, la Pesquera Huáscar, —una de las más importantes de la zona—, les ofrece comprar toda su pesca de anchoveta siempre y cuando trabajaran de manera exclusiva para esta empresa. Con ello la familia Rivas tiene  asegurada su tranquilidad económica por varios años.
Solo cuando comprueba que su familia se ha consolidado laboral y económicamente, Eulogio decide partir en la nave que los isleños le han construido. Su padre Aurelio, no hace preguntas, pero le recuerda que desde su regreso había cambiado mucho, pero para bien. A través de la amplia ventana de su dormitorio, con los ojos llenos de lagrimas, don Aurelio observa como la nave se va alejando, guiada por las corrientes marinas y llevando a su primogénito a su destino señalado. Al mismo tiempo Eulogio recibe telepáticamente el siguiente mensaje: “Eulogio estas en el camino correcto, te esperamos con los brazos abiertos.”



No hay comentarios.:

Publicar un comentario