martes, 1 de abril de 2014

EL LECTOR

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Adriana Díaz

Rosario, Argentina


Mirando hacia el horizonte, contemplaba el futuro, preguntándose si todo su esfuerzo había valido la pena. Frente a él, un camino largo y sereno que se extendía de forma recta lo podía regresar a su familia, su mujer, hijos, su pequeña casa y un empleo de rutina. Si emprendía el retorno, en un rato nomás, la vida volvería a comenzar o quizás podría decirse que sólo continuaría. Sin más, sin saltos, sin desvíos. Sin dudas, preguntas ni vacilaciones.

Volvió sobre la última línea del libro que aún sostenía en sus manos: "Caminando en línea recta, uno no puede llegar muy lejos", decía desde su voz provocadora y lacerante, el personaje del cuento que estaba leyendo.

Juan Born dejó el libro a un costado.

Desafiando el camino recto que se abría hacia adelante, caminó dos o tres pasos a un costado. Breves y contundentes. Luego un par más en diagonal. Después cayó. Un precipicio alto y luminoso se abrió ante él.


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