sábado, 12 de abril de 2014

Cosas que pasan en pistas arenosas en un caluroso mediodía



Jordi Suñé Cortés
España
Bajo un tórrido sol de mediodía, un Opel Astra de color azul metálico recorría velozmente la árida planicie. Las escasas curvas daban paso a largas rectas flanqueadas de campos de cereales arados. De vez en cuando, una casa aislada en el horizonte o un pequeño pueblo parcialmente derruido y abandonado sobre el promontorio de una colina, acompañaba a Emilio Casposo en su loca huida de la ciudad. Sabía que debía detenerse a cambiar de coche, sin embargo, deseaba poner tierra de por medio en el menor tiempo posible. Había estudiado la ruta con minuciosidad antes de dar el golpe y había determinado que coger rutas principales era peligroso, así pues, decidió dar un rodeo por carreteras secundarias -casi olvidadas- antes de llegar a su destino. Allí, Fermín Casposo, primo hermano de Emilio, lo estaría esperando con un coche legal y con una documentación en regla para salir del país. Luego, después de atravesar varios países, llegaría a ese pequeño principado que daba la bienvenida a todo aquel que aportara una buena suma de dinero; sin preguntar, sin querer saber.
      Se encontraba cerca de una población de cierta relevancia. Según los mapas, debía cruzarse -en el kilómetro 85- con otra carretera secundaria que bordeaba la pequeña ciudad sin necesidad de entrar en la misma. De modo que, aminoró la velocidad y estuvo atento a la señal que debía indicar una casa de colonias, ese era el camino.
    El camino resultó ser una simple pista: polvorienta y pedregosa; estrecha y sinuosa; sin duda, era un camino agrario poco frecuentado en esa hora del día. Sin embargo, para su sorpresa, al punto equidistante más cercano a la pequeña ciudad, desde otra pista que a todas luces venía de ahí, había un corrillo de coches avanzando lentamente. « Maldita sea, ¿qué hacen tantos coches por aquí a esta hora?», se preguntó extrañado Emilio. Pronto, descubrió la causa: en la cuneta de la pista estaban apostadas en perfecto alineamiento ordenado –cada cincuenta metros, más o menos– unas mozas ligeras de ropa ofreciendo sus encantos y servicios a la legión de machos ansiosos de aliviar sus necesidades más primarias. Entonces, es cuando se dio cuenta que en la caravana de vehículos, estaban ocupados por solo hombres.
     Emilio Casposo llevaba mucho dinero encima, mucho más del que nunca pudo llegar a imaginar, de manera que, ante el fascinante atractivo de una muchacha rubia, sin duda del este, decidió, al ir bien de tiempo, aliviarse con ella.
    Resultó ser rumana y más hosca que un cactus, de tal manera que como no se lo estaba trabajando a su gusto le propinó, de pronto, con la mano abierta, un sonoro bofetón en la cara, para que se empleara a fondo. La chica lejos de amedrentarse, peligrosamente, le apretó el escroto con sus largas y afiladas uñas rojas y le advirtió en un castellano básico: «si vuelves mano encima, nunca volver a usarla». Emilio se puso tenso, muy tenso. Empezó a sudar y con un ostensible tartamudeo le dijo: «tranquila, tienes razón, no debería haberte pegado». Tomó aire y añadió: «Por mí, si quieres, lo dejamos aquí. Te bajas y hasta nunca, ¿ok?» Cuando, sin esperarlo, un matón de esos de gimnasio apareció de repente frente al parabrisas delantero. Se acercó a la puerta de la chica y la abrió con decisión. Sin miramiento la sacó del coche y sin llegar a entrar en el auto, cogió por el brazo a Emilio - que más bien era poca cosa - y lo arrastró como si fuera un peluche hasta fuera. Sin mediar palabra, el matón, le propinó un gancho de derecha en la mandíbula inferior arrojando al suelo al sorprendido Emilio Casposo. Luego, lo pateó sin compasión hasta que quedó inmóvil e inconsciente, o muerto, sobre el polvoroso lugar.
    Cuando Emilio volvió en sí, se vio en una cama de hospital, enyesado hasta el cuello y custodiado por un policía. Del dinero, nunca más se supo.

3 comentarios:

  1. Jordi, lo compartí en facebook y lo están leyendo muchos amigos!!!

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  2. Me gustó. Muy buena la seducción de la historia y el uso de las descripciones al servicio del relato. El final, contundente!

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