domingo, 28 de julio de 2019

Michelle va a Francia


 Doris Irizarry

Puerto Rico


       Me llamo Michelle.
       Suena bonito cuando una niña lo dice. Me gustaría llamarme así. Entonces me vería de otra manera. Enroscaría mis mechones en la punta de los dedos mientras recorriera con mirada extraña la ropa que llevo puesta. Es decir, la que llevo puesta yo, queriendo ser ella, con su falda de tachones y el lacito negro en la blusa. Michelle, con dos eles, porque es un nombre francés, me dijo un día sin que yo le preguntara. Entonces me puse a imaginar lo hermosa que sería su vida, tener una madre francesa, y seguramente un padre y un hermano francés. Vivir, dormir y desayunar como lo hacen los franceses y verse tan bonita como ella. Total, que su nombre sea Michelle, no quiere decir que sea francesa. Cuando mami me recogió en la escuela empecé con mis preguntas sobre Francia. Qué voy a saber yo, me dijo, con lo ocupada que estoy, me basta y me sobra con lo que me toca en esta Isla. Y rápido empezó a recordarme la lista de cosas que teníamos que hacer tan pronto llegáramos a casa. Me distraje bastante del tema de Michelle esa tarde. Bueno, todas las tardes. Pues cada vez que mami me recoge y subo al carro es como salir de un mundo ajeno para regresar al mío, que también me parece ajeno. La verdad, me distraigo mirando a través de la ventanilla. Mis ojos se quedan quietos en un punto, es como si avanzara hacia ningún lado, como si lo único que se moviera estuviera afuera. Y pienso en la lista, que es bastante larga. Pero, una vez llegamos, tengo un respiro cuando me baño. Me tardo bajo la ducha. Me enjabono muchas veces para que la espuma forme una pasta cremosa y perfumada sobre mis brazos. Y empiezo a cantar. Hasta que la escucho decir varias veces, sal de ahí ya. Entonces ella empieza a contar; y más o menos sé cuánto tiempo me queda. A la cuenta de uno, meto de cabeza bajo el chorro. Con el dos, el cual pronuncia con calmada desesperación, me da tiempo para quitarme el jabón. A veces descubro que se me queda un poco detrás de las orejas. Pero ella no lo nota. Nadie lo nota. Si me viera. Pongo una mano sobre la llave y cuento los segundos de memoria, con los ojos cerrados, muevo las caderas, doy pasos de baile, hasta que ella dice: tres. Lo dice con ímpetu, con fuerza, como dice ella que uno debe hablar. Entonces, giro la llave rapidito, cierro la pluma y levanto mis brazos con las palmas bien abiertas como si terminara un gran espectáculo artístico. Las gotas salen disparadas como confeti. Es como un juego. Ya cuando salgo del baño regreso a la lista y voy tachando en mi mente. Me siento en la cama y hago la tarea. La termino y mami me sirve la cena. No veo la tele. Dice mami que ya no hay programas buenos para niños. Busco el I pad y me entretengo con un juego que ella me bajó y espero a que me diga; ya, hora de dormir. Entonces entra al cuarto, saca la camisa y el pantalón del próximo día y lo cuelga del mango de la puerta de clóset. El clóset queda justo frente a mi cama. Pone las medias enrolladas dentro de los zapatos y los acomoda debajo. Me quedo mirándolo. El uniforme colgado justo sobre los zapatos parece un niño fantasma. Trato de verme dentro de él. Siento algo parecido al miedo. Luego ella se voltea y me mira muy quieta, como si quisiera preguntarme algo que nunca pregunta. Su mirada tiene un brillo casi como de susto. Cierra los ojos, me abraza como si no me quisiera soltar, me da un beso y reza conmigo la oración que me ensenó. Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hazme un niño bueno, toditos los días. Yo vuelvo a acordarme de Michelle. No sé por qué siento un poco de coraje. Tardo en dormirme. Algún día iré a Francia.


 Este cuento ganó el segundo premio en la categoría de cuento del XXIV Certamen Literario de la Universidad Politécnica de Puerto Rico.
En ese Certamen,  Doris Irizarry también ganó el primer premio en poesía!!!
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viernes, 5 de julio de 2019

Perra Vida


 Paul Morillo

Lewisville, NC. USA



 Spanky John Walter Smith III creía saber por qué él tenía nombre de perro, pero necesitaba que alguien lo confirmase. Se miró al espejo. El reflejo mostró las orejas y los dientes caninos empotrados en su cara, al parecer al apuro,  estos no eran de un ser humano. Incluso Spanky orinaba apoyado en una pierna más que en la otra sin llegar alzarla, todavía. En esas se hallaba cuando su instinto se despertó, oyó un ruido indefinido en el patio que daba por la pileta con pescados colorados y amarillos. Guiado por el bullicio salió en busca de su destino y  del origen de ese ruido.
A medida que avanzaba por el patio, oyó otro agudo ruido de hojas secas crujiendo, los pescados colorados se arengaban y parecían que danzaban, entonces lo pudo oír en toda su fuerza y belleza. El ruido casi sordo para el oído normal venía de la parte cubierta por varias plantas, justo en donde comienza una suerte de bosquecillo.
Del fondo de los entumecidos matorrales por el aire de Mayo, se materializó un ser de luz azul. El aire aguantado por una llovizna  imperceptible amplificaba el sonido de conchas de mar, pronunciando un nombre que en ese momento Spanky no reconocía, y ahora vagamente lo recuerda,  lo cual lamenta a diario. Spanky se presentó ante el hombre, estaba asustado pero alerta, no dejaba de menear la cadera de la pura felicidad. Se acercó con la cabeza baja dejando ver su humilde postura, los hombros caídos en sumisión total. 
En aquel momento el hombre azul  le reveló que en su vida anterior, su existencia fue cortada de manera brutal por atropellamiento mientras él corría detrás de un auto dando de alaridos. Le pedí que aclarara la historia aquella del ser de luz y de una vida pasada. Sonrió sacando la lengua. Si tan solo fuésemos seres con corazones de niño veríamos todo tan claro, me dijo, y sus orejas paradas tomaron una siesta.
Insistí sobre lo que él oyó o bien lo que conversó con el ser azul, me interesaba sobretodo lo que él, Spanky, como ser terrenal le dijo a ese ser. Estaba yo fascinado  por  el acento que tenía en su hablar, no el Ser de Luz, ya que entiendo que hablan todos los idiomas, más bien tenía curiosidad por el tropiezo y alargamiento de ciertas palabras de Spanky, en especial de las elles, las ches, las ies, las i griegas, ciertas palabras como “calle” que Spanky John Walter Smith III pronunciaba como “cashe”, pollo dicho “poyo” y así por el estilo. Me explicó que todo era causa de la fricativa postalveolar pero yo argumenté que no sabía que el ladrido de los perros tengan esa condición a menos que el caco sea chileno o argentino y reímos a gusto.

lunes, 1 de julio de 2019

A lo que venía



Gil Sánchez

Mexico

 

Desde la primera noche partió sin hablar, desde entonces duermo en el sillón y, al despertar lo primero que hago es ver las sábanas sobre mi cama, así, como las dejó. La almohada conserva aún el perfume y la depresión en ella. Imagino que soy yo acariciando su mejilla. Han pasado diez días y la cama permanece sin tenderse, las sábanas todavía con los mismos dobleces de aquella noche, el por qué  no lo entiendo, simplemente el miedo de despertarme y no volver a recrear las imágenes de ella. Falla mi respiración. Lo que no me explico es la persistencia de su aroma, el cual permanece eternizándose dentro de mi locura y fantasía. Nunca volvió. Su corazón me dio por muerto, quizá, que más. El corazón acrecienta su latido desbocado al respirar la piel de un cuerpo fantasma y me dice que no quiere morir sin sentirla otra vez. La necesito para vivir, pero, era tan especial, jodidamente perfecta para mí. ¿Cómo le hago para encontrarla? Si no sé ni su nombre. Hay veces que se muere de amor, aunque se haya conocido solo por un día. Hoy tenderé mi cama para acostarme, soñarla abrazados una vez más y matar el sueño antes del amanecer.