lunes, 1 de julio de 2019

A lo que venía



Gil Sánchez

Mexico

 

Desde la primera noche partió sin hablar, desde entonces duermo en el sillón y, al despertar lo primero que hago es ver las sábanas sobre mi cama, así, como las dejó. La almohada conserva aún el perfume y la depresión en ella. Imagino que soy yo acariciando su mejilla. Han pasado diez días y la cama permanece sin tenderse, las sábanas todavía con los mismos dobleces de aquella noche, el por qué  no lo entiendo, simplemente el miedo de despertarme y no volver a recrear las imágenes de ella. Falla mi respiración. Lo que no me explico es la persistencia de su aroma, el cual permanece eternizándose dentro de mi locura y fantasía. Nunca volvió. Su corazón me dio por muerto, quizá, que más. El corazón acrecienta su latido desbocado al respirar la piel de un cuerpo fantasma y me dice que no quiere morir sin sentirla otra vez. La necesito para vivir, pero, era tan especial, jodidamente perfecta para mí. ¿Cómo le hago para encontrarla? Si no sé ni su nombre. Hay veces que se muere de amor, aunque se haya conocido solo por un día. Hoy tenderé mi cama para acostarme, soñarla abrazados una vez más y matar el sueño antes del amanecer.

1 comentario:

  1. Muy bien reflejados esos momentos que se eternizan en nuestros sentidos. Me gustó.

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