Gil Sánchez
Mexico
Desde la primera noche partió sin hablar, desde entonces duermo en el sillón y,
al despertar lo primero que hago es ver las sábanas sobre mi cama, así, como
las dejó. La almohada conserva aún el perfume y la depresión en ella. Imagino
que soy yo acariciando su mejilla. Han pasado diez días y la cama permanece sin
tenderse, las sábanas todavía con los mismos dobleces de aquella noche, el por
qué no lo entiendo, simplemente el miedo
de despertarme y no volver a recrear las imágenes
de ella. Falla mi respiración. Lo que no me explico es la persistencia de su
aroma, el cual permanece eternizándose dentro de mi locura y fantasía. Nunca
volvió. Su corazón me dio por muerto, quizá, que más. El corazón acrecienta su
latido desbocado al respirar la piel de un cuerpo fantasma y me dice que no
quiere morir sin sentirla otra vez. La necesito para vivir, pero, era tan
especial, jodidamente perfecta para mí. ¿Cómo le hago para encontrarla? Si no
sé ni su nombre. Hay veces que se muere de amor, aunque se haya conocido solo
por un día. Hoy tenderé mi cama para acostarme, soñarla abrazados una vez más y
matar el sueño antes del amanecer.
Muy bien reflejados esos momentos que se eternizan en nuestros sentidos. Me gustó.
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