Maritza Sevilla V.
Venezuela
— ¡Qué no, padrecito, qué no me arrepiento! —grita el hombre encarando
al sacerdote.
— ¿Pero qué te hicieron esos muchachos, Juvenal? ¿Cómo has podido hacer
algo tan horrible?
— ¿Horrible? ¡Horrible lo que ellos hicieron a mi Rosita y a mi pobre
Carmela! Casi me las matan. Merecían la muerte. Lo que hicieron no puede tener
perdón de Dios.
— Dios nos perdona a todos, hijo.
— Dios nos perdona a todos, hijo.
— ¡A ellos no! A ellos no puede perdonarlos, padre —el hombre rompe a
llorar—. Rosita, mi pobre bebé.
— ¡Cálmate hijo! Cálmate y cuéntame lo que pasó.
— Se hicieron pasar por mis amigos ¡Amalaya sea el momento en que los
recibí en mi casa! A veces compartíamos un trago de aguardiente. ¡Eso no se le
hace a un hombre! Carmela nos acompañaba un ratito y después se iba al cuarto
con la niña.
“El martes en la noche estuvieron aquí, les dije que no podíamos
conversar hasta tarde porque tenía que viajar a Cocuizas temprano en la mañana.
Les conté lo del viaje, padre. Esos
desgraciados lo planearon todo —Juvenal llora y aprieta los puños—. Les dije
que siempre que iba regresaba a casa cerca de la
medianoche. ¡Confié en ellos, padrecito!
"Cuando llegué encontré las cosas regadas. Carmela tirada en el
piso, inconsciente, tenía golpes en la cara y en los brazos. Corrí al cuarto y
allí estaba mi Rosita, en su cama, con su ropita llena de sangre; pero
respiraba. Grité pidiendo ayuda a los vecinos y el buen Isidro vino con Carmen,
su mujer y me ayudaron a llevarlas a la medicatura en su camioneta. Les
pregunté si habían visto algo extraño y me dijeron que no”.
Juvenal solloza, se tapa la cara con las manos y el sacerdote le coloca
la mano en el hombro.
— Los médicos revisaron a mi bebita y dijeron que tenía un desgarre porque esos desgraciados la habían violado. ¿Cómo quiere que me arrepienta de haber matado a esos degenerados? Los doctores tuvieron que sedarla para que no sufriera. Cuando pude hablar con Carmela, la pobre solo lloraba porque no pudo evitar que le hicieran daño a la niña. A ella la agarraron Juan y Evaristo y le dieron golpes para dejarla inconsciente y no gritara. Me la violaron también. Ella vio cuando Matías entró en el cuarto a abusar de mi chiquita...
— Los médicos revisaron a mi bebita y dijeron que tenía un desgarre porque esos desgraciados la habían violado. ¿Cómo quiere que me arrepienta de haber matado a esos degenerados? Los doctores tuvieron que sedarla para que no sufriera. Cuando pude hablar con Carmela, la pobre solo lloraba porque no pudo evitar que le hicieran daño a la niña. A ella la agarraron Juan y Evaristo y le dieron golpes para dejarla inconsciente y no gritara. Me la violaron también. Ella vio cuando Matías entró en el cuarto a abusar de mi chiquita...
Juvenal queda en silencio, los ojos sin brillo.
— Me volví loco, padre. Regresé al rancho a buscar la escopeta. Salí en
la bicicleta a buscarlos por el pueblo.
Serían ya como las cinco. Usted sabe, a esa hora las calles están llenas de
neblina; pero los vi. Los muy desgraciados iban por la bajada del Peñón. Me
acerqué lo más que pude sin hacer ruido para
que no se me escaparan. Les disparé. Los malnacidos
ni vieron de donde salieron los tiros. Los maté a los tres como los perros que
eran.
El sacerdote pasa sus dedos por el cabello de las sienes y los une por un momento en la nuca, mientras
mantiene la mirada fija en el piso.
— ¡Ay, Juvenal! ¡Qué gran dolor me causas! Tú eres un hombre bueno. El
por qué de estas cosas que pasan solo Dios lo sabe.
— Y no, no me arrepiento, padrecito.
— ¿Conoces a Eleuterio, el del conuco del cerro arriba?
— ¡Claro! Ése es un buen hombre.
— ¿Sabes que tiene dos hijos?
— Muchachos de bien, igualitos a su papá. ¿Qué pasa con ellos padre?
— Consiguieron una oportunidad para estudiar en la capital. Hoy tenían
que llevar unos documentos para inscribirse y, como no saben ir solos, Manuel
el hijo de misia Ramona se ofreció a acompañarlos. Se quedaron durmiendo en su
casa para salir bien temprano. A ellos les disparaste, Juvenal. ¡A esos pobres
muchachos!
Excelente ese final!!! Bien narrada la historia! Felicitación. Un beso
ResponderBorrarBuenísimo Maritza!! Felicitaciones
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