lunes, 3 de febrero de 2014

En el Parque

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Deanna Albano


Caracas, Venezuela

Ya había escampado. El cielo estaba despejado de nubes y un arco iris  destacaba en el horizonte. Los pájaros gorjeaban, saltando entre las ramas de los frondosos árboles.
Rosita limpió cuidadosamente el banco donde se iba a sentar. Al poner especial cuidado en vestirse, armonizó  una blusa blanca de encajes  con la falda de pequeñas flores; unas  primorosas zapatillas rojas  completaban su atuendo, lo que le daba un aspecto juvenil.  Había escogido una de sus novelas de amor, que tanto le gustaban, para leer cómodamente, debajo de la sombra generosa de su árbol preferido: una hermosa ceiba. Una brisa fresca acariciaba su cuerpo.
Rosita  no conoció el almíbar del amor, por dedicar todo su tiempo al trabajo de maestra y al cuidado de sus tres sobrinos, hijos de su hermana, muerta prematuramente. Ahora jubilada y los chicos más grandes, dedicaba las tardes a leer sus libros favoritos en el parque.
Estaba entretenida con los paisajes amorosos de la novela, cuando al levantar la mirada observó del otro lado del camino a un joven moreno, alto, de anchos y musculosos brazos, una franela azul muy pegada a su cuerpo destacaba sus pectorales  que parecían querer salir de la franela. Un blue jean azul muy ajustado marcaba su cuerpo. Notó sus zapatos de goma, muy limpios, parecían nuevos.
El joven la estaba observando fijamente. Poco a poco se fue acercando a ella mirándola a los ojos. Rosita no podía despegar  su vista del joven, quien sin decir nada, se sentó a su lado y siempre mirándola le agarró una mano y fue besando primero los dedos, uno a uno, con extremada delicadeza, con lentitud, luego la palma. Pequeños y húmedos besos que la turbaron.  Luego besos fogosos recorrieron su cuello, su oreja.
Un  fuego ardiente recorrió el cuerpo de Rosita, quien estremecida de placer, y ebria de felicidad, se deslizó un poco en el banco, sus piernas se entreabrieron, cuando oyó una voz desde lo lejos.
Rosita sorprendida abrió los ojos, sólo un policía estaba a su lado preguntando:
 —Señora, señora, ¿se siente mal?


3 comentarios:

  1. Bonito y estimulante empeño que con seguridad tendrá mucho éxito. Como ya te escribí privadamente, me gustaron tus cuentos. Continúa en tu esfuerzo y verás como cada vez serán mejores. Me agradó el final iinesperado y el tímido erotismo. En este sentido puedes intentar ser más atrevida ¿No crees? Madri

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  2. Muchas gracias Alichin. Si voy a tratar ja ja ja. Un abrazo Deanna

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  3. Amena lectura, gracias a un estilo ágil y depurado.

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