Belisario Oliva Sosa
Perú
Carlos se consideró el chico más afortunado del mundo. Con motivo de su
décimo cumpleaños, su abuelo Matías le obsequió una bicicleta. Era linda, de
color azul con parrilla trasera y faro delantero. Orgulloso partió a visitar a
sus amigos del barrio montado en su flamante bicicleta. Encontró a Julio. Con
un grito le invitó a que lo acompañara en la parrilla. Raudos se dirigieron a
visitar a un amigo en común: Jorge Moreno. Este vivía en una modesta casa a
tres cuadras de distancia. Encontraron a Jorge con el rostro desencajado y a
punto de llorar. Sin reparar en la bicicleta nueva de Carlos dijo:
—Amigos, mi padre se muere. No tenemos dinero para pagar los medicamentos.
—¿Cuánto dinero necesitan? —Se atrevió a preguntar Carlos.
—Necesitamos más de dos mil soles. Hace diez días que esta postrado y no
tenemos ingresos porque papá trabaja a destajo. Ya casi no tenemos ni para
comer.
Por un momento Carlos se puso en el lugar de su amigo y, se convenció de
que sería muy triste que Jorge perdiera a su padre. Luego de pensarlo por un
corto espacio le respondió que haría todo lo posible por ayudarlo.
Jorge –algo incrédulo–, sólo atinó a decir gracias. Luego levantó la
mirada y con ojos tristes se percató de la impecable bicicleta azul en la que
se alejaban sus dos amigos.
Después de recorrer varias cuadras en la bici, Carlos y Julio llegaron al
gran almacén “Don Turbino”. Ahí su abuelo le había comprado la bicicleta. Sin
mayores preámbulos, Carlos ofreció vender su bicicleta a don Giuliano, el
propietario de la tienda. Pidió no menos de tres mil soles por ella. El
italiano le ofreció dos mil quinientos.
—El dinero no es para mí, es para comprar las medicinas que el padre de
Jorge Moreno necesita con urgencia. Se requieren no menos de tres mil soles
—respondió Carlos decidido.
El italiano sintió la respuesta del
muchacho como una bofetada. Jorge, en sus horas libres, trabajaba como ayudante
en el almacén y tenía la misma edad que su nieto que vivía en Italia y que
tanto extrañaba.
Don Giuliano fue a la caja, tomó el dinero
solicitado y lo entregó a Carlos, con la condición de que éste le dejara su
bicicleta.
Eufóricos salieron corriendo los dos
mozalbetes en dirección a la casa de la familia Moreno. Encontraron nuevamente
a Jorge sentado frente a su puerta.
—Hemos conseguido el dinero que necesitas.
No solo puedes comprar todas las medicinas, sino también víveres para que la
familia se alimente bien por algunos días —explicó Carlos con fulgor en sus
ojos al momento de entregar el dinero.
—Gracias, no sé cómo lo has hecho, pero te
juro que algún día pagaré tu invalorable gesto —respondió Jorge mientras una
lágrima rodaba por su mejilla.
—Para eso están los buenos amigos. No
pierdas tiempo y ve a comprar lo que tu padre necesita —replicó Carlos.
Los
tres amigos se despidieron. Carlos cabizbajo, caminó lento, arrastrando los
pies y con las manos en los bolsillos en dirección a su casa. Todo su
pensamiento estaba centrado en encontrar algún argumento para que
su abuelo le perdone la pérdida de la bicicleta.
Cuando finalmente llegó, Matías lo
esperaba en la puerta y con una gran sonrisa le dijo:
––Acaba de retirarse don Giuliano. Te
trajo tu bicicleta con el timbre cromado que le faltaba. Dijo que tú
comprenderás el por qué no te cobraba el importe del timbre. ¿Qué habrá querido
decir don Giuliano?
Ahora sí puedo comentar!!! Hermoso gesto de ese abuelo "postizo", muy bien relatado, de manera tierna. Felicitaciones!!!
ResponderBorrarcon excelente narración,muestras el mundo que todos quisiéramos vivir.Felicitaciones!!!
ResponderBorrarExcelente historia de amistad y solidaridad. Un cantante y poeta argentino, José Larralde, en su "Herencia pa´un hijo gaucho" dice en uno de sus versos: dele ayuda al que presisa, que su padre precisó...
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMe encantó este cuento de solidaridad y amistad pura. Un gesto muy bello el de desprenderse de su bicicleta. Felicitaciones!
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