Gil
Sánchez
México
Caminando
por la pradera con mi nieto a mí lado, abstraído por esos pensamientos
apocalípticos que aparecen nomás en los viejos, increpaba a mi persona acerca
de por qué no había hecho más en la vida, tan cerca ya de la muerte. El sol se
había ocultado detrás de una montaña majestuosa, pero no competía con él. Mi
nieto de doce años, al comenzar a oscurecerse me dijo:
––Mira abuelo, las estrellas están brillando todas, viven felices.
–– ¡No! ¡Ya están muertas! Sólo avisan lo que hicieron después de morir––al
instante me sentí apenado al golpear sus sentimientos, y lo abracé, con mis
ojos le pedí perdón. Ahí comprendí el por qué de las mentiras piadosas.
––Entonces, yo a lo mejor vivo solo cuando tú me miras. Y lo que miras es mi
imagen o el sonido de mi voz––dijo mi nieto, sin quitar su vista a las
estrellas.
Después de su comentario, dejé de preocuparme, a lo mejor, así era.
Sabiduría de los niños! Muy bien mostrada!
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