miércoles, 20 de agosto de 2014

Por una sonrisa


Gil Sánchez
México
Hospedó sus pensamientos en sus ojos profundos donde cabía todo, hasta la tristeza y le dijo: ––Qué desea usted de mí, señorita.
––Que usted sea mi padrino de bodas. Me va a oficiar la misa el cura Arturo y me caso con el joven Alberto Parra.
Levantó el teléfono y habló al hospital psiquiátrico. La miró, delgada, pero muy delgada, en extremo. Vació su ternura en esa mirada. Su padre, la recibía después de seis meses de internarla por locura. Sabía que el sacerdote había muerto antes de casar a Alberto, éste se casó poco después y partió a Montevideo donde fijó su residencia. De pronto, sin pensarlo la subió a su coche y fue a comprarle su vestido blanco. Al probárselo, sus ojos se llenaron de luz y la felicidad instaló en su cara, una gran sonrisa. Luego de disfrutarla, pensó. “Tiene sentido perder la cordura, por este momento”.

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