domingo, 4 de noviembre de 2018

Mi cuerpo, mi madre y yo

Jorge Márquez

Argentina


Mi madre se casó muy joven con mi padre y vivieron felices, hasta mi ingreso al jardín. Ella siempre quiso tener una niña,  él un varón.
Él se fue sin avisar; un día no vino del trabajo y ya, nunca más lo vimos. Es así que, mi madre y yo seguimos solas viviendo nuestras vidas juntas.
A ella le debo todo, hizo de mí lo que soy, una mujer triunfadora dentro de un mundo de hombres.
Con la deserción de mi padre a la vida familiar, mi madre tuvo que salir a trabajar. Ahí fue cuando quedé al cuidado de la mujer del fondo. Una vieja solterona y despiadada, que no hacía otra cosa que hacer comentarios por lo bajo sobre mi vestimenta y mi forma de ser.
Recuerdo que, ni bien mi madre me dejaba a su cuidado, ella se acercaba con su cuerpo flaco y desgarbado, vistiendo siempre ese batón negro con lunares blancos, y un delantal manchado con infinitas comidas. Me miraba con sus ojos de arpía y decía: «¡siempre con vestido, mostrando esas piernas flacas y chuecas! ¿Es que tu madre nunca te va a poner un pantalón?  Anda a jugar y no molestes hasta que te sirva la comida». A la hora de comer me tiraba el plato sobre la mesa y me decía: «comé engendro»
El calvario continuó con mi ingreso a la sociedad. Los niños en el jardín pueden ser muy despiadados. No tienen filtro y dicen lo que escuchan y aprenden en sus casas, y yo era un blanco fácil, y hacia mi disparaban sus dardos. En la primaria todo fue mucho peor. Fui consciente de todas las agresiones. Le suplicaba a mi madre que no me mandara más, que quería quedarme en casa. Ella me preguntaba el porqué; yo callaba. Varias veces en el correr de los años fue a hablar con la maestra y autoridades del colegio, pero todo fue inútil, ellos decían que el problema era yo, que no me adaptaba, que mi vestimenta y actitudes no eran las correctas, que mi rendimiento era poco satisfactorio, que no me integraba a los grupos de trabajo, y un sin fin de cosas más que ya no quiero recordar.
A medida que mi cuerpo crecía me aislaba más de la sociedad. Ingresé al secundario, y reforcé mi coraza. Pasaba los recreos encerrada en el aula, y en clase me retraía en el primer banco, cerca de la ventana, eso me ayudaba a escapar.
Si por alguna razón teníamos horas libres me retiraba a la biblioteca a hojear algún libro. Fue cuando creció mi pasión por la lectura.
Cierto día me topé con un libro de Alicia Steimberg, me impactó la fluidez de su palabra, la simpleza de sus frases, la dulzura con que guiaba al lector dentro de la historia.
Me identifiqué con una frase del libro que dice: 
«El tiempo, inexorable, siguió cambiando mi cuerpo. La ropa infantil, los zoquetes y los zapatos Guillermina lucharon denodadamente por disimular los cambios, por aplastarlos, por conservar la loca ilusión de una niñez que se iba para siempre. Pero finalmente venció mi cuerpo. Y hubo quienes no me lo perdonaron nunca.»
En cierta forma eso era lo que me ocurría.
«El tiempo, inexorable, siguió cambiando mi cuerpo» Este cuerpo ya no era el mío, luchaba por mantenerme como hasta ahora. Los sentimientos y mi ser se apoderaron de mí.
«Lucharon denodadamente por disimular los cambios, por aplastarlos, por conservar la loca ilusión de una niñez que se iba para siempre. Pero finalmente venció mi cuerpo», él siguió por otro camino. No era yo. Al mirarme desnuda frente al espejo no me reconocía. Yo era una mujer y el espejo lo refutaba con una imagen grotesca. Pensé en la vieja bruja del fondo de mi casa, en los chicos en la escuela, en los familiares y amigos de mi madre, en todas las personas que me miraban como si fuera un bicho. Rompí el espejo en mil pedazos, lloré durante días encerrada en mi cuarto. Después de eso, renací como el ave Fénix, deslumbrante y hermosa. Decidí enfrentar la vida. Así como soy, una mujer.
«Hubo quienes no me lo perdonaron nunca» decía Steimberg, pero aquí estoy, con mis virtudes y mis defectos,  yo siempre seré una triunfadora…

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6 comentarios:

  1. ¡Excelente relato Jorge! Desarrollando en forma frontal, sin vueltas y sin prejuicios una realidad que es más frecuente de lo que muchos suponen y que una parte de la sociedad se niega a aceptar y ni siquiera respeta al que no piensa igual.
    ¡Felicitaciones!

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  2. Bien planteado el tema Jorge! Me gustó mucho!

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  3. Bella manera, Jorge, de incitar la perspicacia del lector con este relato. Y aunque resulte doloroso, crudo y cierto, no por ello deja de ser un buen relato.
    Alejandro

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  4. Muy buenos Jorge! Recopílalos y edita un libro!

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