Elvira Hoyos Campillo
Cartagena, Colombia
Goyo arribó a la costa de
Cartagena de Indias para conocer sus orígenes. Guardaba las esperanzas de
hallar con vida algún miembro de su familia o al menos un amigo que lo
reconociera y le contara lo sucedido aquella tarde de holgorio en la playa.
Desconsolado recordaba imágenes coloridas y nítidas de muchas personas que se
movían en ambientes concéntricos, allí, en la playa; sosteniendo en sus manos
velas, o quizás antorchas encendidas.
Hombres y mujeres bailando con
cadencias mientras se oía el golpeo de tambores. De repente un viento fuerte
apagó las mechas y se llevó los sombreros voltiaos de los músicos, la reunión
se disgregó, la gente corrió en todas direcciones gritando: “el mar… el mar se
está metiendo en la playa, se nos viene encima” y él sin entender nada, se
quedó paralizado buscando con la mirada a sus padres o tal vez esperando que
estos vinieran por él.
Sus padres formaban parte de la
cumbiamba. Una palabra que jamás
olvidaría, había crecido escuchándoselas a ellos constanmente cuando hablaban
entre ellos y sus amigos y a él, a él le habían dicho “obsérvanos bailaa que
cuando tú seaa grande, también serás cumbiambero, aprende ahora, oye el tambó,
que ese sonido es el que te dice cómo movee los pies”.
Ese día, antes de finalizar la
tarde, se fueron todos a la playa. Su padre le había dicho, “ven pa´ que veas
como es la cosa” La abuela les grito:
“no, al niño me lo dejan aquí, que todavía está chiquito” y su padre le había respondido, “ Que
chiquito ni que naaa, él es ya un hombrecito, yo, a su edaa sabía un montón de
vainas” y dirigiéndose al niño lo cargó en brazos mientras le hablaba y
caminaba con él cargado: — ¿no es así capitán, que tú, ya estaa grande? Tú
estaa en edaa hasta paa enamoraaa mujeres. Su madre había respondido por él:
“deja de decirle esas cosas al pelao, que lo vaa a dañaaa antes de tiempo “
Llegaron a la playa. Allí estaban
los demás, con cámaras fotográficas algunos, que arribaban a ver la Cumbiamba.
Podría decirse que de todo el mundo habían venido. El cielo muy claro, a lo
lejos se veía venir nubes blancas. El sol comenzaba a bajar. Lo dejaron sobre
uno de los enormes pedruscos del espolón. Su padre le dijo “pase lo que pase de
aquí no te vaa a movee, nos esperaa a que vengamos pooj ti” Desde allí él podía
ver todo muy bien. Además no estaba solo, a su lado unas niñas con algún
familiar mayor y otras personas.
La Cumbiamba empezó, el golpeo
de tambores se sintieron como latidos del planeta, la gente se acercaba, los
músicos se dispusieron en un amplio círculo, dejando despejado el centro del
redondel para los bailarines con sus trajes de cumbia: ellas con polleras y
candongas y fragancias de la tierra y ellos con pañuelos rojos amarrados al
cuello y velas encendidas en su mano. La cantaora inició con un estribillo que
los demás coreaban. El sol brilló como nunca y las nubes avanzaron hacia
nosotros. Las gaitas soplaron tornando fresca la brisa. La cumbiamba enganchaba
sensual, seductora, cuando el viento se agitó de repente.
Gritos desordenados
interrumpieron aquel hechizo refulgente por relámpagos de luna que encresparon
la mar. La concurrencia gritaba: “el mar se nos viene encima”. De improviso se
desató el aguacero.
Ante la visión de la aquella extensión
solitaria, Goyo apreció ahora la calidez de la playa; recordando el frio que
aquella vez le puso la piel de gallina mientras esperaba parado sobre el
espolón. Entonces revivió el recuerdo en que… unos brazos me cogieron, me
cargaron y no era mi papá, ni mi mamá, no lo conocía y empecé a llorar, sentí
miedo. El hombre corrió conmigo en sus brazos y así corrimos y corrimos,
deteniéndonos donde creímos que nos habíamos salvado; pero no, no fue así,
debíamos seguir corriendo. Y seguimos corriendo tierra adentro; “ el mar se
metió” “el mar se nos vino encima”
“corramos, no paremos” “no se detengan” Mientras yo sentía las aguas
alcanzándome, empapándome, arrastrándome, tragándome y no vi más, no volví a
ver a nadie, quedé solo. Solo.
Estoy recordando, imaginando y sintiendo
como cuando me quedo dormido y sueño con mis padres, mis amigos, la cumbiamba y
escuchó los tambores y las palabras y los gritos y las voces de mi abuela, de
mi madre y de la gente. Por eso he vuelto a la orilla del mar, a ver si encuentro
algún conocido en la playa qué me dé información; pero nada. Yo no puedo
demorarme mucho tiempo aquí afuera, porque no respiro muy bien. Siento que me
asfixio. Los pescadores pueden tirarme el trasmallo y pescarme y entonces ya no
podría volver a buscar a los míos.
Excelente, excelente! Me maravillo cada vez que lo leo. Felicitaciones!
ResponderBorrarExcelente, excelente! Me maravillo cada vez que lo leo. Felicitaciones!
ResponderBorrar¡Genial Elvirita! Una descripción maravillosa. Mientras leía escuchaba, en mi cabeza, el resonar de los tambores. Y un final...sorprendente, con tu estilo.
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