jueves, 3 de diciembre de 2015

Odds


Paul Fernando Morillo

Estados Unidos

Me quedé lívido cuando recibí el tweet. No porque crea todo lo que se diga en Internet, sino porque este mensaje abrió las posibilidades impensadas.  El texto decía: Durante el transcurso de tu vida han pasado al menos treinta y seis criminales delante tuyo.
Me trajo a la memoria el gordito de la escuela; el matoncito de barrio que se robó mi camión cuando yo tenía seis años; los muérganos que nos alentaban a entrarle a patadas al amanerado que vivía con miedo en la tienda de abarrotes.  De todos estos, siquiera uno debió terminar como criminal, estoy seguro. De joven conocí un amigo traficante qué terminó en la cárcel. Luego, asesinado a palos en una esquina de la ciudad. Está bien, a ese lo conocí ¿Pero dónde están los otros treinta y cinco?
Hice una lista de los posibles candidatos ¡Por Dios Santo! con qué clase de jaurías humanas uno se cruza en la vida. Impresionante, diez hombres cuasi criminales, veinte mujeres cuasi criminales, cuatro jóvenes convictos, y un niño en la cárcel juvenil. Esa era mi lista. La revisé para estar seguro. Unos pequeños cambios de nombres nada más, pero las categorías seguían inamovibles. Esta lista refleja algo bueno, veinte mujeres se quedaron para vestir santos. Hurgando más aún en los datos, mi lista demuestra una clara ventaja; ¿somos menos criminales? Es justamente por el doble de las posibilidades que las damas son más siniestras que los hombres.  
Ahora tenía que saber forzosamente que paso con la vida de al menos tres de ellas. Dos son familia cercana y bastaría una llamada, pero la tercera era una antigua jefa con la que mantuve un breve amorío que se vio interrumpido cuando encontré cicatrices de navaja en su vientre y su cabeza. Recuerdo que ella me dijo que resbaló cortando cebollas mientras cocinaba mientras vivía con el político Rajuel.

Marqué los números del teléfono que todavía conservaba, ella contestó:

¡Que alegría escucharte! me dijo, justo te estaba pensando. Después de las frases banales de introducción y sin más me recordo la ultima vez que hablamos. Aquella vez yo le dije que la estimaba mucho como para hacer cualquier cosa por ella. Un rato breve de silencio y su voz sonó a casi una orden, necesito una persona que golpee a la amante de mi nuevo amor, la escuche decir. Estoy dispuesta a pagar muy bien por ello.
Esta vez yo guardé silencio.  Vi sus cicatrices abiertas en mi mente, creí oír el llanto de mujer engañada y capaz de cualquier cosa. Ella pasó a ser la primera persona en mi lista, pero, ¿podría yo ser criminal por cualquier razón y asi poner mi nombre en mi lista personal de crimen autorizado?
Acordamos el precio, me envió los datos, nos mandamos saludos mutuos y corte.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario