Gil Sánchez
México
Había notado que
su esposa cambió de cara esa tarde. ¿Qué habrá pasado? Sabía que había llegado
de su trabajo con demasiada presión, pero no era para tanto. Notó que pasó a su
lado indiferente y con cierto recelo entró a su recámara. Acercó su mejilla a
la puerta y recargó con cuidado su oreja para escuchar qué hacía. Oyó que la
televisión estaba encendida. Procedió a inclinarse, deseaba ver a través del
ojo de la cerradura. Percibió la mirada abstraída, como si no estuviera ahí.
Podía asegurar que su pensamiento estaba distante. ¿Qué piensa? Tal vez, ¿habrá
dejado de amar? No, de eso no tengo duda, el sentimiento es mutuo. ¿Tendrá otro
amor? Para tener otro amor tiene que haber matado al que tiene y, no ha
dicho nada. Por más esfuerzo que hacía, no alcanzaba a visualizar qué programa
era. De seguro es un drama, pues no se oyen risas, ni balazos, ni la clásica
música de suspenso. La tristeza se dispara de lo que ve o quizá estará en esos
días. El pensamiento de seguro migró a zona alta y la altura comprime el pecho.
Eso, probablemente, ahogaba sus emociones. Era un perfecto idiota, tal vez
necesitará oxígeno hoy. ¿Habrá acabado el amor? Eres un imbécil consumado,
mejor pregunta.
Abrió ella la puerta, al verlo casi cara a cara, dijo:
––Amorcito, estoy
desesperada porque ya no te gusta mi cena, eso me pone triste. Tienes tres días
que dejas casi todo el plato. Ahora, mejor te voy a preguntar antes de partir
al trabajo qué deseas para la cena, y así ya no estoy pensando que te gustará
cenar. Eso me pone nerviosa.
––Hoy, tu esposo invita
a cenar––la abrazó con ternura y ocultó en el bolsillo sus locuras.
Excelente cuento!! Voy a tener que invitar a mi esposa, porque en estos días hay mucha repetición de comida!
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