Gil Sánchez
México
Odio a la señora Chole, no la soporto, si tan siquiera no le hiciera
caso a la señorita Lucy. Maldita Lucy, es una tirana que comanda inocentes, quisiera
borrarla de esta vida, como mis parientes que viven transparentes. Que se convierta pronto en tierra, para que
hable solo a través de las hojas de un simple arbusto miniatura. Y le falte
agua, y también le impida crecer por culpa de tanta sed. Sí, que mueran todas las plantas como ella y
deje tan solo el polvo, como en un desierto que se ve limpio y en silencio. Pero,
la que no soporto más, es “la metiche” de la señora Chole, que me atolondra
cuando me da eso. ¿Sí lo ves? Me hace entrar en un sueño cuando aún estoy
despierto, y platico muy sabroso con los muertos vivientes. Porque yo soy un
viviente atolondrado, nada más, que cree que convivimos todos, junto a los que
ya no se ven, porque están por ahí. ¿No los ves? ¡Ah! Entonces eres uno más, de
los no atolondrados, que se creen intocables y perfectos. Esta mañana, vi que entraban
dos personas; una ya había muerto y otra no; pero como traía la baba colgando, me
dije está viva, pero ya muerta. En este mundo, donde las paredes se hablan,
pero en silencio, a veces hablan muy bajo, pero solo yo las oigo; igual que
cuando nosotros hablamos con los que ya se fueron. Estas paredes que me ven,
tienen su historia. En la otra noche, me
la contaron muy quedito para que nadie escuchara. Si supieran todos; qué
historias. Pero no les voy a decir nada, para qué, si no me creerían. Allá va
la señora Chole a apaciguar al nuevo. ¡Ah! Que necedad de perturbar nuestra conciencia
cuando sentimos todo en nuestro mundo. ¡Qué comezón tengo en la cabeza!, deja
que te agarre piojo cabrón. Pero la Lucy, es la que no nos quiere, es malvada,
cínica, entrometida en asuntos que ni le corresponden, si con los suyos no puede,
cómo va a poder con los de extraños. Porque nos ve como poca cosa, muy
indiferente, sí, yo se los veo en sus ojos. Esos ojos, me dicen que no le
gustamos, que estamos sucios, pero también de la mente. Entonces, ¡que se vaya!
Estaremos bien sin ella. Algún día, uno que no se ve, se le va a atravesar
donde menos lo espera. Se llevará un susto. ¡Ojalá la mate! Aquel que está
babeando; cómo me recuerda el sueño de anoche. Se parece mucho a mí, pero no,
no era yo. Yo, sí sé la tabla de multiplicar y el no se la sabe. Se resistía,
pero Lucy ordenó que lo encerraran. ¡Ah! qué maldad dentro de una mala, pero ella
es muy mala. Pues, qué gana con apendejar a todos. Si seguimos igual en nuestro
mundo a toda madre. Sin preocuparnos quién gobierna este mundo de disque locos,
a que zonzos, no nos comprenden. Si lo único que nos interesa, es que la Chole
no aparezca con la dosis esta noche. Pero nadie sabe dónde está. Bueno yo sí, acércate
te lo voy a decir, al cabo tú no hablas; está muy quieta en la letrina, desde
la tarde. Hace ratito, se ahogó la pobre, en la mierda de todos. Nadie sabe,
pero yo tampoco…, solo cerré la tapa de madera para que nadie la viera, después
de un empujoncito. Yo sentado oía sus gritos, me iba a levantar, pero después
ya no los escuché. Entonces, para qué me levanto. ¡Ah! Ahora sí escucho a todos
sin estar atolondrado. Ahora, sí voy a poder platicar a gusto con los míos, los
que no se ven. Hola, mamá, sabes que soy una serpiente que se arrastra entre la
mugre que te escurre de tus entrañas putrefactas al salirte de la tumba en que
te revuelcas sin descanso. Todavía no descansas, pero no te vayas, como siempre
lo haces a cobijarte en la botella para luego golpearnos, ¿te acuerdas? ¿Qué me
encerrabas? Otra que ya se arrastra, otra, que me la voy a llevar hasta el
infierno, es la Lucy. Para que ya no vuelva a molestar, igual que tú.
Mamá, pero ¿me trajiste lonche? Porque yo,
ya hice la tarea.
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