viernes, 9 de julio de 2021

Llegaste tarde

Gil Sanchez Mexico He vivido tantos años que me cuesta reconocer en cuál vivo, sé que los visito a todos ellos. A unos más que a otros, y algunos, pesan tanto que ni siquiera los abro. Vivo en el primer piso, como se debe vivir a mi edad, aún no recuerdo desde cuando dejé de subir las escaleras. Mi sofá ahora es mi cama. Ayer por la noche, escuché ruidos en el piso superior. Si no hay nadie, ¿qué sucederá? Tal vez, los muebles se sacuden el polvo de los años como los perros las pulgas. Pero, ¿por qué en la noche?, durante ella, mis oídos perciben ese tic tac que no cesa. Están fastidiando hasta que me duermo. El sonido de mi radio los ignoraba, pero lo dejé en el piso superior. Allá, donde se oyen los ruidos, molestan, pero no dan miedo. Por eso en el día dormito, hay más silencio. En cambio en la noche todos se ponen de acuerdo para joder. Antes de amanecer se oyeron unas pisadas por las escaleras, que me hicieron levantarme. Por si las dudas comencé a vestirme, no quiero que la huesuda me sorprenda, y yo, todavía en calzones. Quiero esperarla de frente y bien vestido. Macedonio nunca ha tenido miedo. Cierta tarde me rondaron varias sombras, aunque la luz de mis ojos se apaga cada día, sé que otras como fantasmas cubren mis ojos. No sé si llegaré a fin de mes, es cuando mi hijo me trae la despensa y paga los servicios. ¡Ah qué caray!, últimamente recuerdo a Jacinta, todo era bello hasta que murió hace cincuenta años en aquel accidente. Mi vida cambio a un tono gris, nada fue igual. A mi hijo lo dejé con su tía a los dos años. Nunca lo volví a ver, hasta hace un año que me encontró. Nos miramos. Sin decir nada fue por alimentos y me llenó la alacena. Al despedirse solo se retiró con un ¿por qué? Cada mes viene, se me hace que ya no lo voy a volver a ver. No le voy a decir nada, para qué. Aquella noche en el sepelio apareció un hombre que me pedía a Toñito. Insistía que era su padre, todavía con curaciones por sus heridas. Hice mal en descargar el coraje en el pobre muchacho. Desde esta mañana vestiré mi traje negro. La presiento y, de mi tiempo, se acabó hace cincuenta años. La huesuda ya me tocó los pies anoche, hasta baile hizo en el piso de arriba. Pues, aquí te voy a esperar, sentado en mi sillón para preguntarte: ¿por qué tardaste tanto?

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