Gil Sánchez
México
Apagué la luz y la oscuridad instaló un miedo que ya había desaparecido. Unas
voces que reconocí de antaño, apuradamente, avisaron que un extraño estaba a
mis espaldas. Inmediatamente giré hacia atrás y no vi a nadie. Una paz entró en
mi interior al reconocer que todo alrededor estaba en su lugar, sin moverse en
años, y eso me cubrió de calma. Sin embargo, las voces conversaban entre sí, y
hacían mención de parientes ya fallecidos. Seguí el cuchicheo en la otra
habitación, dudé en abrir la puerta y ésta se abrió sola. Con un temblor de mis
piernas ingresé y con sorpresa vi a mis padres, abuelos y tíos quienes me
recibieron con risas, luego se abalanzaron hacía mí para darme un abrazo.
Incrédulo aún de mi condición aprecié a todos jóvenes, ufanos de su gallardía,
me miraron con tristeza y al girarme, frente mí, un espejo reflejó una vejez
serena.
¡Hermosa descripción de un nuevo estado! ¡Felicitaciones Gilberto!
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