Paul Fernando Morillo
Lewisville. NC. USA
El reloj daba la hora con sus bongos
almidonados, la elasticidad del tiempo conjuró a la primera lluvia de Octubre,
la verticalidad del sonido del agua trataba de opacar el resuello de las
campanas que doblaban las 5 de la tarde en una batalla frenética de alboroto
estéreo, el canario con sus ojos desmesurados, asustado del ruido que rebotaba
en un vacío eco en las desnudas paredes de la que fue alguna vez una hermosa
mansión pero que ahora reverberaba enjuta y callada entre la bulla de la lluvia
y el reloj. El pajarito en la jaula medio rota
no se atrevía abrir su cómplice afilado pico para indicar que Rebeca
atravesaba por la puerta, ensopada del
aguacero que puntualmente se desata en el dia de San Francisco. La figura
tétrica vestía un salto de cama vaporoso y simplón , dejaba ver a trasluz los
senos flácidos y largos pegados a la prenda mojada, los pelos de su cabeza
canosa estaban amelcochados y juntados en rastas for el efecto del agua y el
descuido que eran objeto desde que Panchito partió, mejor dicho le dio la gana
de morirse, porque así siempre fue él, hizo lo que bien le pegaba la gana,
especialmente en tardes como estas, llenas de sol líquido, barro, gente
escondiéndose de la iniquidad del cielo y de la culpa de ellos mismos. Se paró
junto al ave de la jaula quasi rota, desorientada, viviendo una vida hueca o
tal vez ya coexistiendo con una muerte en vida desde lo de Panchito, ese día,
ella también de la forma que mejor pudo partió, junto con él, lejos de él.
¿Donde carajos se encontraba mientras Panchito dejaba escapar sus
últimos suspiros llenos de humo de cigarro? Bah! por más atenta que hubiera
estado, Panchito igual se hubiera largado, como lo hizo, de la manera que lo
hizo, justamente en aquel día en que el aguacero cayó así nomás, sin aviso,
irónicamente a este aguacero se lo espera y asoma sin avisar, el Cordonazo, la
muerte. Te lo recordaba siempre, las cosas se manifiestan abruptas, raras, tal
cual el Cordonazo de San Francisco, el día del Santo Patrón, a enjuagar las
culpas, a mojar las esperanzas. No solo fueron las señales del cielo.
-Rebeca eres lo único que extraño.
El agua que todo lo lava, no pudo lavar estas
lágrimas, ni esta tonta cabeza que ya no encuentra ni el calzón para ponerse,
entonces ¿Cómo quieren que vaya a visitar a la tía Encarnación, o asista al
coctelito de la guagua que se graduó después de tanta lucha con lo libros, el
tabaco y el café? ¿Cómo quieren que yo vaya algún lado si ya ni siquiera
encuentro ni las medias, ni los zapatos, ni la cartera, ni nada, por que ya no
me importa, dejo de importarme, y el tío Juan que me mira peyorativamente, cree
que me encerré en la la tristeza de Panchito, pero la realidad es que hay días
que no me acuerdo ni quien carajo es o fue Panchito, o a cual santo te
encomiendas en el dia que Octubre deja caer las gotas con furia, peor pasarme
una peinilla o ponerme el burdo colorete en las mejillas. Pero el Tío Juan dice
que Panchito se murio nomas, que eso es pasado, que el paso final está dado, de
ahora en adelante la vida hay que tomarla dia a dia, pues sepa el tío Juan, que
no me pongo el calzón y punto, que de aquí no me sacan, que a los muertos se
los lloran ayer, hoy y mañana, que si él quiere que siga con su jodida bella
vida, cuando él muera ojala le visiten y le lloren en su tumba, pero eso no
pasara, porque igual tus amigos dirán, el Tío Juan se murió nomás, el paso ya
está dado, nosotros sigamos con nuestras vidas, mejor que se haya muerto
el y no nosotros, pero sepa el Tío Juan
y resto de felices seres y tu también Panchito, que andas como alma en pena,
que la vida mía se la vive aquí entre estos muros sin ti, sin calzon y sin
colorete, con recuerdos que vienen y van, con la lluvia, sin la lluvia, con el
Cordonazo, con los zapatos negros de charol que vestías cuando decidiste seguir
dándole al maldito vicio del tabaco aquella tarde lluviosa que te encontramos
paralizado en el patio, de bruces a la piedra calada que tú mismo construiste,
el cigarrillo todavía pegado a tu quijada, y la mano aguantando el pecho, del
dolor pienso yo, o de la gana de largarse, ni un te quiero, te extrañare...
nada, ni siquiera esa frasecita que te quedaba tan bien cuando te obligaba a
recoger la ropa que dejabas regada en la entrada de la puerta, !Que jodida que
eres! aquella tarde hubo carencia de palabras de gestos, el silencio se asentó
y envolvió los recuerdos y los hizo
ausencia, la omisión de ruidos que se funde con los martillazos del reloj, se
mezcló con el trino del cómplice pájaro que te vio caer, estoy segura, y no
aviso, y todo es nada, y nada es todo en lo que me resta de esta jodida vida
que escogí desde esa tarde ¿O fuiste tu Panchito que escogiste para mi desde tu
partida? También están la confusión y los segundos, los minutos, larguísimos,
arrugadisimos, en el fondo del alma que cohabita la nulidad del ser, la noción
proscrita de no saber nada ni esperar nada. Decidí después del entierro, que
todas las miradas deben centrarse en mí, para que vean el dolor del amor y de
la separación, pero ninguno parece darse cuenta. Solo el pájaro que parece
reírse de mis ideas. La lluvia que todo lo empapa y lo revuelve me deja oír tu
voz.
-Te extraño Rebeca de mi alma cuando
camino el laberinto del regreso que nunca se concreta, en esta infinita cañada
ni húmeda, ni fría, ni caliente, sufro tus manos ausentes, tu corpiño, tu
regazo, my lady.
-Estoy segura que a ti ya no te
importo Panchito, aun cuando me repites lo mismo a todas horas, todos los días,
que me quieres.
El canario asustado despliega las alas heridas en la jaula prisionera,
un aire gélido corrompe la sala, el pasillo, la jaula, y los rincones olvidados
de la mansión cargando todo con electrones positivos de la energía total del
recuerdo, Rebeca se cubre el cuerpo por instinto.
-¿Sabes que hago cuando siento que me
faltas Rebeca? Te llamo todos los días,
te pongo una trampa esperando que cruces el umbral donde te espero.
-¿Sabes lo que yo haría Panchito si
encontrara esa celada? Me iría corriendo a tu lado, donde mis pies desnudos se
enlacen con el frío encuentro, ahora mismo voy hacia la lluvia de afuera, en la
mitad del patio, en la piedras caladas que representan mis oráculos, para
encontrarte.
¡Espectacular descripción del desamparo que produce la muerte de alguien cercano! Admiro tu estilo. ¡Abrazo amigo!
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