sábado, 21 de octubre de 2017

El Cordonazo de San Francisco


Paul Fernando Morillo

Lewisville. NC. USA

 

 El reloj daba la hora con sus bongos almidonados, la elasticidad del tiempo conjuró a la primera lluvia de Octubre, la verticalidad del sonido del agua trataba de opacar el resuello de las campanas que doblaban las 5 de la tarde en una batalla frenética de alboroto estéreo, el canario con sus ojos desmesurados, asustado del ruido que rebotaba en un vacío eco en las desnudas paredes de la que fue alguna vez una hermosa mansión pero que ahora reverberaba enjuta y callada entre la bulla de la lluvia y el reloj. El pajarito en la jaula medio rota  no se atrevía abrir su cómplice afilado pico para indicar que Rebeca atravesaba  por la puerta, ensopada del aguacero que puntualmente se desata en el dia de San Francisco. La figura tétrica vestía un salto de cama vaporoso y simplón , dejaba ver a trasluz los senos flácidos y largos pegados a la prenda mojada, los pelos de su cabeza canosa estaban amelcochados y juntados en rastas for el efecto del agua y el descuido que eran objeto desde que Panchito partió, mejor dicho le dio la gana de morirse, porque así siempre fue él, hizo lo que bien le pegaba la gana, especialmente en tardes como estas, llenas de sol líquido, barro, gente escondiéndose de la iniquidad del cielo y de la culpa de ellos mismos. Se paró junto al ave de la jaula quasi rota, desorientada, viviendo una vida hueca o tal vez ya coexistiendo con una muerte en vida desde lo de Panchito, ese día, ella también de la forma que mejor pudo partió, junto con él, lejos de él.
    ¿Donde carajos se encontraba mientras Panchito dejaba escapar sus últimos suspiros llenos de humo de cigarro? Bah! por más atenta que hubiera estado, Panchito igual se hubiera largado, como lo hizo, de la manera que lo hizo, justamente en aquel día en que el aguacero cayó así nomás, sin aviso, irónicamente a este aguacero se lo espera y asoma sin avisar, el Cordonazo, la muerte. Te lo recordaba siempre, las cosas se manifiestan abruptas, raras, tal cual el Cordonazo de San Francisco, el día del Santo Patrón, a enjuagar las culpas, a mojar las esperanzas. No solo fueron las señales del cielo.
-Rebeca eres lo único que extraño.
 El agua que todo lo lava, no pudo lavar estas lágrimas, ni esta tonta cabeza que ya no encuentra ni el calzón para ponerse, entonces ¿Cómo quieren que vaya a visitar a la tía Encarnación, o asista al coctelito de la guagua que se graduó después de tanta lucha con lo libros, el tabaco y el café? ¿Cómo quieren que yo vaya algún lado si ya ni siquiera encuentro ni las medias, ni los zapatos, ni la cartera, ni nada, por que ya no me importa, dejo de importarme, y el tío Juan que me mira peyorativamente, cree que me encerré en la la tristeza de Panchito, pero la realidad es que hay días que no me acuerdo ni quien carajo es o fue Panchito, o a cual santo te encomiendas en el dia que Octubre deja caer las gotas con furia, peor pasarme una peinilla o ponerme el burdo colorete en las mejillas. Pero el Tío Juan dice que Panchito se murio nomas, que eso es pasado, que el paso final está dado, de ahora en adelante la vida hay que tomarla dia a dia, pues sepa el tío Juan, que no me pongo el calzón y punto, que de aquí no me sacan, que a los muertos se los lloran ayer, hoy y mañana, que si él quiere que siga con su jodida bella vida, cuando él muera ojala le visiten y le lloren en su tumba, pero eso no pasara, porque igual tus amigos dirán, el Tío Juan se murió nomás, el paso ya está dado, nosotros sigamos con nuestras vidas, mejor que se haya muerto el  y no nosotros, pero sepa el Tío Juan y resto de felices seres y tu también Panchito, que andas como alma en pena, que la vida mía se la vive aquí entre estos muros sin ti, sin calzon y sin colorete, con recuerdos que vienen y van, con la lluvia, sin la lluvia, con el Cordonazo, con los zapatos negros de charol que vestías cuando decidiste seguir dándole al maldito vicio del tabaco aquella tarde lluviosa que te encontramos paralizado en el patio, de bruces a la piedra calada que tú mismo construiste, el cigarrillo todavía pegado a tu quijada, y la mano aguantando el pecho, del dolor pienso yo, o de la gana de largarse, ni un te quiero, te extrañare... nada, ni siquiera esa frasecita que te quedaba tan bien cuando te obligaba a recoger la ropa que dejabas regada en la entrada de la puerta, !Que jodida que eres! aquella tarde hubo carencia de palabras de gestos, el silencio se asentó y  envolvió los recuerdos y los hizo ausencia, la omisión de ruidos que se funde con los martillazos del reloj, se mezcló con el trino del cómplice pájaro que te vio caer, estoy segura, y no aviso, y todo es nada, y nada es todo en lo que me resta de esta jodida vida que escogí desde esa tarde ¿O fuiste tu Panchito que escogiste para mi desde tu partida? También están la confusión y los segundos, los minutos, larguísimos, arrugadisimos, en el fondo del alma que cohabita la nulidad del ser, la noción proscrita de no saber nada ni esperar nada. Decidí después del entierro, que todas las miradas deben centrarse en mí, para que vean el dolor del amor y de la separación, pero ninguno parece darse cuenta. Solo el pájaro que parece reírse de mis ideas. La lluvia que todo lo empapa y lo revuelve me deja oír tu voz.
-Te extraño Rebeca de mi alma cuando camino el laberinto del regreso que nunca se concreta, en esta infinita cañada ni húmeda, ni fría, ni caliente, sufro tus manos ausentes, tu corpiño, tu regazo, my lady.
-Estoy segura que a ti ya no te importo Panchito, aun cuando me repites lo mismo a todas horas, todos los días, que me quieres.
     El canario asustado despliega las alas heridas en la jaula prisionera, un aire gélido corrompe la sala, el pasillo, la jaula, y los rincones olvidados de la mansión cargando todo con electrones positivos de la energía total del recuerdo, Rebeca se cubre el cuerpo por instinto. 
-¿Sabes que hago cuando siento que me faltas Rebeca?  Te llamo todos los días, te pongo una trampa esperando que cruces el umbral donde te espero.
-¿Sabes lo que yo haría Panchito si encontrara esa celada? Me iría corriendo a tu lado, donde mis pies desnudos se enlacen con el frío encuentro, ahora mismo voy hacia la lluvia de afuera, en la mitad del patio, en la piedras caladas que representan mis oráculos, para encontrarte.

1 comentario:

  1. ¡Espectacular descripción del desamparo que produce la muerte de alguien cercano! Admiro tu estilo. ¡Abrazo amigo!

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