OSVALDO VILLALBA
Argentina
La vida
te da sorpresas,
sorpresas
te da la vida.
Rubén
Blades
El
auto estaciona junto al cordón de la vereda, frente a mí. Los vidrios
polarizados no dejan ver los ocupantes. Se abre la puerta trasera, Moncho baja
y me hace una seña con la cabeza para que entre. Adentro hay otro grandote,
cruzado de brazos, además del chofer. Quedo en medio de los dos en el asiento
de atrás y el auto arranca. El tipo de mi izquierda me alcanza una capucha.
−¿Es
necesario? –le pregunto.
−Es
imprescindible –responde.
Empiezo
a arrepentirme de lo que estoy haciendo. ¿Quién me manda meterme en lo que no
me importa? ¡No aprendo más! Aunque tampoco podía ignorar lo que pasó antes de
ayer. Mientras el auto avanza rápidamente, vaya a saber por dónde, vuelve a mi
mente el momento en que salí del ascensor y vi la puerta abierta del
departamento de mi vecina, Doña Isabel, con quien no tengo mucho trato, más que
los saludos y alguno que otro favor de vecino, como guardarle un par de
recipientes en mi freezer, –que siempre está vacío−, porque el suyo se había
dañado. Me acerqué y la llamé sin
obtener respuesta. Abrí un poco más la puerta comprobando que estaba todo
revuelto, con cajones dados vuelta en el suelo, los armarios abiertos, lo mismo
que la alacena de la cocina que se veía a través de la abertura. También la
heladera estaba abierta y todo su contenido diseminado por el suelo. La llamé
otra vez, antes de pasar al dormitorio y nada. Entré despacio, con temor de lo
que podía encontrar, pero sólo había desorden, los cajones de la cómoda vaciados
sobre la cama y la ropa de los placares desparramada. Salí y llamé al portero.
No había escuchado nada. Llamamos al 911 y en un rato estaba el patrullero de
la comisaría de la zona. No había rastros de la anciana. Sacaron algunas fotos,
nos tomaron declaración de lo poco que podíamos aportar y pusieron una franja
sobre la puerta, dejando un agente de consigna.
El
auto se detiene y me bajan sin sacarme la capucha. Me guían para subir un par
de escalones en lo que debe ser la entrada a una casa. Escucho una puerta que
se abre y, al entrar, el piso cruje como pinotea. Me hacen sentar en un sillón
y el grandote me dice:
−Ahora
te va a recibir el jefe. No te saques la capucha hasta que te avisemos.
¡Insisto!
Estoy acá por entrometido. Cuando volví a mi departamento, después que el
oficial se fue, me percaté que la heladera de la mujer estaba funcionando. ¿Por
qué no vino a buscar sus recipientes? Los saqué de la heladera, los abrí y cada
uno tenía adentro una bolsa envasada al vacio de un polvo blanco. Abrí una
punta, metí el dedo y lo probé. “¡Carajo!”, pensé en ese momento, “debía ser
esto lo que buscaban.¿Qué habrá pasado con Doña Isabel?” Envolví los paquetes
en papel de diario, fui al compartimiento del motor del ascensor y los escondí
entre unos escombros que están ahí desde siempre.
Ayer
a la noche, cuando volvía del trabajo, en la esquina, el tipo me paró y me
dijo:
−El
jefe te manda decir que tenés algo que es de él.
−¿Perdón?
¿De qué me hablas?
−Sabés
de que te hablo Federico, no te hagás el gil.
−¡Ah!
¡Sabés mi nombre! ¿Y Vos quien sos? ¿Quién es el jefe?
−Soy
Moncho y me estoy refiriendo a los paquetes de la vieja. ¡No me hagás enojar!
−No
me asustés que me voy a hacer pis. Laburé en un frigorífico. He manejado tipos
más pesados que vos. Primero decime qué hicieron con ella.
−¡Ah,
bueno! Ahora soy yo el que tiembla. Ella está bien, el jefe la cuida. Dame los
paquetes.
−A
vos no te voy a dar nada. Y no vayas a revolverme el departamento. No pensarás
que están ahí.
−Tranquilo,
no fuimos nosotros los que volteamos el departamento de Isabel. Ahora que nos
estamos entendiendo ¿Cuál es tu propuesta?
−Quiero
comprobar que ella está bien y sólo arreglo con tu jefe.
−Está
bien, dame un minuto.
Se
alejó un momento y habló por teléfono.
−Está
bien. Mañana a la noche esperanos en la esquina que te venimos a buscar.
Escucho
abrirse una puerta:
−Ahí
está el jefe −dice Moncho mientras me saca la capucha.
−Hola
Federico, gracias por preocuparte –me dice Isabel.
Me encantó! Bravo y contenta de leerte. Saludos cariñosos
ResponderBorrar¡Gracias Paola!Este cuento es producto de un Tiempo de Creatividad que hice el año pasado en Editorial Dunken, y que publicaron en un volumen llamado Escritores en Oficio. Está medio comprimido porque no podía pasarme de 4200 caracteres.
ResponderBorrarMe encantó! Un ritmo que te lleva con facilidad hacia el final. Felicitaciones!
ResponderBorrarGracias Clide!! Puse en práctica lo que aprendí en el Taller para lograr poner lo indispensable, (para que entre en 4200 caracteres), sin que quede trunco.
BorrarMagnifico, Osvaldo, lo leí dos veces porque había imaginado otro final.Felicitaciones.
ResponderBorrar¡Gracias Elvirita!
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