Clide Gremiger
Argentina
Con total fascinación coloqué frente a la ventana de la cocina la planta que acababa de comprar en el vivero.
- Es una insectívora. La popularmente llamada planta carnívora. Esta es la Venus atrapamoscas, así que póngala donde ella pueda asegurarse el alimento, me dijo el empleado del vivero.
Apenas la vi, me sentí cautivada por la suavidad que adivinaba en el interior granate de la única flor que lucía como una altiva actriz en escenario.
En todo el viaje del vivero a casa, la planta estuvo indiferente al traslado, sólo parecía un poco cabizbaja, pero una vez que la deposité sobre la mesada percibí que la flor se orientó hacia la ventana. “Qué suerte, parece que le gustó la luz del lugar”, pensé. Y así fue hasta que unos días después, lavando los platos, me di cuenta que me miraba… ¡Juro que tenía ojos!, además de dientes largos y puntiagudos que yo no me atreví a rozar. Su flor como amenazante tiburón me miraba con su roja boca abierta, preparada para el ataque. Tal vez por instinto alejé un poco la maceta. Ella pareció adivinar mi miedo y estiró su cuello hacia la pileta. Se lo comenté a mi marido, pero me respondió: ¡Estás loca de remate! Le faltará agua… A vos se te mueren hasta las plantas de plástico.
La planta no se secó. Muy por el contrario, parecía crecer excesivamente. Las flores se multiplicaron de la noche a la mañana. ¡No exagero! Una mañana me levanté y las flores que me miraban eran tres, y al siguiente cinco. Me agobiaba lavar los platos y ver esas bocas abiertas, como pichones reclamando comida, pero no me atrevía a cambiarla de lugar, supongo que por mi orgullo herido ante la burla de Javier. Procuré desdramatizar mis sensaciones y procedí a quitarle las hojas secas, cuando por la ventana entró una mosca que pareció muy atraída por Venus y fue literalmente devorada en cuestión de segundos. Lo que en realidad no debía sorprenderme en absoluto porque era un mecanismo natural de la planta y yo la había colocado allí precisamente para que atrapara los insectos que se atrevieran a entrar. Al día siguiente Venus tenía siete flores. Le comenté lo ocurrido con la mosca a mi hijo mayor, quien me respondió con una broma: ¡ojo vieja, mirá si te morfa a vos… que molesta como mosca verde ya sos.
Lejos de provocarme risa, se me reavivó el temor. Fue como si Venus me avisara que uno de mis dedos podía correr el mismo destino que el insecto. No podía dejar de mirarla al entrar o salir de la cocina. Cuando iba de la mesada a la heladera, de espaldas a ella, estaba convencida que giraba todas sus cabezas, siguiendo mis movimientos, al acecho, esperando.
Empecé a buscar información sobre Venus y me enteré que en realidad cada hoja que le nacía era resultado de un insecto devorado. No muerde al ser humano. Ése era un mito que había que desechar. Incluso había que festejar y admirar el crecimiento de la planta, pero a mí se me quedó grabado un video en el que una Venus atraía a una mosca con su néctar, como en seducción sexual, y luego le clavaba unos finísimos filamentos que tiene en lo que yo me figuraba como lengua y automáticamente se cerraba entrecruzando sus espinas. Fin de la mosca, servía para una nueva hoja de la planta.
A decir verdad no había visto que entraran tantas moscas en mi cocina, pero Venus multiplicaba sus bocas, con dientes cada vez más largos. Nunca aprendí a admirar ese desarrollo, pero con el paso del tiempo había logrado perderle el miedo, hasta que un día, deslicé una de mis manos muy cerca de ella. Estiró uno de sus cuellos y ¡clap, cerró una de sus bocazas sobre mi índice derecho! Trabó sus mandíbulas como yacaré y mientras yo forcejeaba para sacar mi dedo, vi cómo el resto de las bocas buscaban mordisquearme como perros defendiendo su comida. ¡Créanme, fue eso lo que ocurrió! Logré sacar mi lastimado índice con dificultad, lo envolví en un repasador y corrí al médico, al que por supuesto no le dije que la planta me había mordido sino que en un descuido había rozado sus espinas.
Mi dedo, luego de la desinfección y uno días de antibiótico, sanó. Venus lamentablemente murió. Me olvidé de ponerle agua.
¡Genia! ¡Que buena historia! Con el toque de humor, tensión y misterio que la hace atrayente. ¡Yo la habría "tratado" con la tijera de podar! ¡Jajaja!
ResponderBorrarjajajaja, Gracias Osvaldo! Se me merecía la tijera, ah!!!
Borrar¡Que bueno! me encantó la tensión que le pusiste...me tiento de ir al vivero...jajajaja!!
ResponderBorrarAh, pero vos sos masoquista, jajajaja!!!
BorrarMuy bueno este cuento. Sugestivo!!!!!. Te felicito!!
ResponderBorrarGracias Gustavo!!!
BorrarBuen cuento, Clide. El final también, aunque yo lo acortaría: ¡Olvidé regarla! Me parece una acción algo vengativa (muerte lenta) para un "ente" prácticamente indefenso. ¡Mira en lo que pones a pensar! La respuesta del hijo está jocosa. ¡Un gusto leerte!
ResponderBorrarGracias Alejandro! Abrazo!
BorrarBuen cuento, Clide. El final también, aunque yo lo acortaría: ¡Olvidé regarla! Me parece una acción algo vengativa (muerte lenta) para un "ente" prácticamente indefenso. ¡Mira en lo que pones a pensar! La respuesta del hijo está jocosa. ¡Un gusto leerte!
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