Paul Fernando Morillo
Lewisville, N.C. Usa
Habitaba mi metro
cuadrado de existencia sobre las hojas secas y palos quebrados del bosque de
eucaliptos, concentrado, de pie, experimentando una disociación del estado
terráqueo. Las primeras sombras cubrieron las copas altas de los eucaliptos en
Abril. Me sentía tan a gusto disfrutando de esta merecida merienda de la vista,
los sentidos y el corazón. Hacía tanto tiempo que limitaba mis salidas de casa,
y de mi mismo, encerrado en los adefesios del mirarme como a un pobre gusano.
La ineptitud mataba mi cuerpo a sorbos. Entonces llegó Abril con sus cantos
sinfónicos y sus experiencias de colores y vientos cálidos. Decidí visitar el
bosque más cercano, y aquí me encuentro disfrutando de las maravillas de la
naturaleza en los primeros días primaverales.
Las sombras de las
copas alargaron sus cuerpos amorfos, extendieron sus tentáculos largos y perennes, los cánticos de los
pájaros pasaron a ser una letanía de sonidos, extraños lamentos, animales
copulando con chirridos de llamada a muerte. Traté de regresar a mi auto, pero
las sombras lo cubrían todo, perdí el sendero. Mis espaldas estaban con las
sombras y mi pecho estaba con las cobijas frías de la noche que se venía
encima, Abril, abrigado en el día y frio en las noches.
Intenté sentarme
en la silla de ruedas, pero perdí el equilibrio, caí de bruces y me acomodé
usando mis codos de cara al cielo. Atribuyo mis escasas lágrimas a la
impotencia de salir corriendo a cualquier lado, el instinto gusano se apoderó
de mis sentimientos interiores . En la bóveda negri-azul, los primeros luceros
comienzan a sonreír lo que el seso juzga, mi desgracia. Los animales ocultos,
de los que se destacan los pájaros en los árboles, provocan los ruidos más
extraños que mis oídos han captado en los 96 años que llevo de vida vertical y
4 esclavizado a unas ruedas como ruecas que tejen el destino. Me enfrento a
pasar una noche en esta soledad, propia, aunada por los llantos, risas y gritos
de los animales de la noche.
Consigo esclarecer
los pensamientos furtivos que la tragedia trae consigo siempre, me retracto de
mi presente situación por unos segundos o minutos, no lo puedo medir, pienso
más que nada, en lo que representa morir a la intemperie, la noticia en los
diarios: “Viejo decrépito muere en el bosque, el infeliz gusano perdió el
sendero de regreso”. Me corrijo: "Presunto" viejo decrépito, como dan
las noticias los noticieros, todo es presumible digo, y se escapa una media
sonrisa de sorna.
Un sueño alegre,
cauteloso escapa de las hojas del árbol de eucalipto en flor cercano, me llena
el cerebro y navego con él. Asciendo a la mitad de los árboles, unos veinte
metros, miro la silla volcada, al lado derecho mi cuerpo recostado. Quiero
subir más alto, llegar a la bóveda negra ahora, despido mi cuerpo, miro atrás
de las copas de los árboles y encuentro que a cincuenta míseros metros esta mi
auto aparcado. Me retracto, veo una posibilidad de seguir vivo, aunque sea
atado a la monotonía de las ruedas. Quiero volver, pero no sé ni cómo me salí y
no tengo idea de cómo regresar. Presunto viejo decrépito huevón se sale del
cuerpo y no sabe cómo volver, pienso. Mi mente alista sus corrientes magnéticas
para divagar por siempre entre los eucaliptos con sus olores de tierra y mentol,
de naturaleza, de ti, de mí.
Despierto de un
sueño estrafalario y activo, estoy en la casa de ancianos y mis ojos se
desesperan por querer dar vida a mis piernas y volver al bosque de eucaliptos
de mis sueños que queda justo enfrente del ancianato, para caminar por siempre
entre los olores y los sueños. No tengo aprensión por la separación de la carne
y la energía. Afuera de mi cuarto oigo llanto y congojas, no conozco a nadie,
siento pena y alivio, no se por qué. Un cosquilleo en mis piernas me provoca
correr libre, y los eucaliptos me llaman, me gritan, me acosan, me jalan, miro
la silla de ruedas y río de la esclavitud, de la mente, de la vida. Grito
llamando la atención de mi bosque, aquí voy, aquí estoy, espérame, ya voy, ya
estoy, ya soy.
Excelente relato Paul!
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