Gil Sánchez
México
Temerosos de ser tragados en un mundo cibernético, Rudolf y Tania se aislaron en su amor. Sin
conexión virtual vivían felices. Juraron comunicarse con la vista, su tacto, su humor y así dialogaban
interminablemente. A su lado, veían autodestruirse a sus amigos, tragados y vomitados por un
ciberespacio interminable, cada vez más voraz. La extinción estaba a punto de suceder, la salvación
estaba en la mano de dos personas. Ellos eran héroes al resistirse entrar en la red virtual. Mientras,
otros se reían en sus páginas cibernéticas con caritas felices o mandaban twitts señalándolos como:
¡perdedores!, ¡locos!, ¡cavernícolas!, o una imagen con un pulgar hacia abajo. Su anonimato brilló
como una estrella, y obtuvo millones de retwitts. Mientras ellos, cada vez más aturdidos sin darse
cuenta de lo que ocurría, ante un sigilo total, cayeron en tedio para distanciarse, y ser distraídos por
miles de lucecitas de celulares espectaculares. Cada uno por su lado sin esperanzas, decidió llamarse
para despedirse, y el planeta quedó en absoluto silencio.
Qué bueno y actual, para reflexionar. Lástima el desajuste de los renglones.
ResponderBorrarAbrazo
Rubén