sábado, 13 de diciembre de 2014

MUDEZ


Gil Sánchez

 México

Temerosos de ser tragados en un mundo cibernético, Rudolf y Tania se aislaron en su amor. Sin 

conexión virtual vivían felices. Juraron comunicarse con la vista, su tacto, su humor y así dialogaban 

interminablemente. A su lado, veían autodestruirse a sus amigos, tragados y vomitados por un 

ciberespacio interminable, cada vez más voraz. La extinción estaba a punto de suceder, la salvación 

estaba en la mano de dos personas. Ellos eran héroes al resistirse entrar en la red virtual. Mientras, 

otros se reían en sus páginas cibernéticas con caritas felices o mandaban twitts señalándolos como: 

¡perdedores!, ¡locos!, ¡cavernícolas!, o una imagen con un pulgar hacia abajo. Su anonimato brilló 

como una estrella, y obtuvo millones de retwitts. Mientras ellos, cada vez más aturdidos sin darse 

cuenta de lo que ocurría, ante un sigilo total, cayeron en tedio para distanciarse, y ser distraídos por 

miles de lucecitas de celulares espectaculares. Cada uno por su lado sin esperanzas, decidió llamarse 

para despedirse, y el planeta quedó en absoluto silencio.

1 comentario:

  1. Qué bueno y actual, para reflexionar. Lástima el desajuste de los renglones.
    Abrazo
    Rubén

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