Gil Sanchez
México
Tres días con lluvia
no bastaron para enfriar mi torcido entorno que me llevó a la persona
equivocada. Los escasos días de felicidad, se esfuman junto a la ventisca fría
de la noche. Resisto a desvanecer mi rencor por tal visión. Poseo un aciago
fervor de borrarla de mi memoria, pero hoy, quizá, sea demasiado tarde. Puedo
decir con autoridad que se instaló una serpiente bajo edredones, un gigante
bicéfalo confundido, un murciélago enorme que con
desfachatez muestra su sonrisa. Pero lo que vi en ese cuarto, no es comparable
a nada. Un dolor punzante estalló en mi pecho con saña inmisericorde y, ¿cuál
amor?, si el recuerdo de sus besos aún queman mis labios como si hubieran
besado al mismo demonio.
Maldito tiempo que corre lento por la tarde, tengo
que entrar a un bar para humedecer mi dolor. El pensamiento aturde, pero
después de tres copas, ya qué importa. Tomo camino por la avenida Reforma donde
se instalan los lugares propios del deseo. Los oídos requieren de una música
brava, y por fin, ingreso a uno de ellos en espera que la noche sea eterna.
¡Oh! Cuánta oscuridad, proporciona una
invisibilidad perfecta. Acuden a mi mente imágenes que bailan al compás de la
melodía y le van dando forma al cómo asesinar a mi amor. Sí, así disfrutaré de
sus gemidos de dolor hoy mismo, ya los disfruto aquí cerca de la barra,
envuelto en olores enrarecidos que disfrazan mágicamente a sus mujeres,
hechizas a fuerza de ganas. Aprecio entre el humo a una cara con el pesar por
ser invisible, escondida debajo del polvo piel en capas, siento su testosterona
encarcelada con cuidado, dentro de sus ojos enmarcados con líneas negras
definidas en un fondo azul. Sus labios rematados de un rojo envejecido. Un amor
oculto, durmiendo a ratos dentro de un cincelado pecho, bajo sombras eternas reposa
serenamente, y aparece sutilmente, avivado, como un premio para el ciego que le
habla. En ése momento lo amé. Tal vez, aluciné en mis recuerdos.
Así como también, alucinante, será la noche gélida
entre la lluvia y el lodo con su hedor recalcitrante. El protagonista de mis
sueños, terminará sin sus labios. Su cara desfigurada apaciguará el ruido de la
noche, y mi plan consumado conseguirá un sentido liberador.
¡Ah qué mi madre! Por la madrugada se interesó por
mi amigo, si apenas voy llegando de enterrarlo y me dice:
–– ¿Dónde dejaste a Rodolfo? ¿No va a estudiar
contigo esta noche?
Gil, tu micro me emocionó con ese final inesperado. Felicitaciones! Un beso.
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