Jorge Marquez
Argentina
Entre sirenas, gritos y empujones te busqué en la
multitud. Allí estabas, de rodillas, arañando la pila de escombros como un
perro que busca su hueso.
Tu cara, tu pelo, tu respiración exhalaban polvo. Tus
manos, tu cuerpo desgarrados transpiraban sangre.
Al posar mis manos en tus hombros, no advertiste mi
contacto. Traté de sacarte de ese infierno de destrucción, pero te resististe.
Como lo haces ahora y continúas rascando, buscando, llamando a gritos a ese
hijo que no está.
La detonación te absorbió en su entorno, los escombros te
hundieron en la desesperación, tus manos, que una vez acunaron su cuerpo,
rasgaban la tierra sin éxito.
Los rescatistas te tomaron en sus brazos y te sacaron de
ese infierno. Te llevaron en andas mientras tus lágrimas se entremezclaban con
el polvo dejando surcos de barro en tus mejillas.
Y sigues rasgando el aire, buscando, buscando.
Te acompañé en esa huida loca hacia el hospital donde te
trasladaron. Te depositaron frenéticos en un pasillo repleto de gritos, llantos
y lamentos. Vos seguías buscando, mientras el enfermero insertaba una aguja en
tu brazo y colgaban un frasco con quién sabe que cosa.
Te dormiste de a poco, como cuando te acariciaba el pelo
en las noches. Tus manos en cambio, seguían arañando el aire, buscando.
Todas las noches te cuento historias sobre un joven de
veintisiete años con bata blanca que cuida infinidad de personas en ese
hospital donde un día estuvimos y del cual nunca salimos. Mientras tanto, bajos
las sábanas blancas tus manos siguen rasgando, buscando…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario