Adri Díaz
Argentina
Una bandada de pájaros
grises cruzó el cielo formando una escuadra triangular casi perfecta de siete.
Mientras las veía planear livianas y con soltura, percibí que de repente se esfumaban como
desapareciendo en el aire.
Después
un grupo de chiquillos avanzó corriendo por el sendero principal hacia donde yo
permanecía sentada. Temí que me atropellaran por el ímpetu que llevaban pero me
atravesaron de lado a lado como si no pudiesen verme.
Empecé
a pensar que todo era una gran fantasía. Quizás no en el sentido estricto pero
sí que mis días, lo que estaba viviendo ahora, no era realmente que estaba
ocurriendo sino que había sido vivido ya, miles de años atrás.
Tal
vez eso que me habían enseñado de niño y entonces, no había podido comprender,
ahora se develaba con cierto significado. Aquello de los años luz de mis
primeros libros aún sin entenderlo entonces quedó para siempre girando en mi
cabeza.
A
menudo, existen en mi vida, pequeños vacíos que han quedado de mi pasado sin
resolver. Ellos vienen una y otra vez a mi memoria. Ya soy casi una anciana,
tengo muchas dificultades en la salud y camino con bastón.
Sin
embargo, de tanto en tanto, se entrecruza en mí, algún vestigio de los años
anteriores en los cuales rebosaba esplendor y vitalidad. A veces algunas
ráfagas llegan y develan, muestran, explican. Como hoy, que sin estar haciendo
nada en particular, he descubierto esta ilusión de la cual se trata la vida.
Sentada,
en un banco de cemento de una plaza por la que no recordaba haber andado nunca,
he sentido ese aroma de los árboles, he absorbido ese olor a tierra como si
mucho tiempo atrás ya hubiera estado sentado allí.
Ha
comenzado a llover como llovía entonces. He notado mis pies tan mojados como
antes. He visto a una niña correr bajo la lluvia como la he sentido antaño.
Luego
ella, se ha acercado hasta mi. Me ha mirado y he visto que tenía mis mismos
ojos. Oscuros, castaños. Casi como el común de la gente pero tristes como los
mios. He visto en su mirada, algo que me es lejana y al mismo tiempo,
cercanamente familiar.
Me
veo como frente a un espejo sólo que ambas somos reales.
La
niña juega. Corre. Ríe, da vueltas en torno a mí. Un perro pequeño la acompaña.
Es un animal hermoso. Raza collie. Pelaje marrón claro. Se nota que entre él y
la chiquilla, hay una estrecha conexión.
De
repente, el collie se para frente a mí y me observa. Escudriña mi figura y me
huele. No tengo miedo a los animales así que lo dejo hacer sin problema.
Al
rato, una cola movediza me confirma lo que intuyo. Nos conocemos y desde hace
tiempo. Es Tobbie, mi primer cachorro. Lo reconozco por las fotografías que nos
tomó mi padre en la galería de la primer casa en que habitamos al llegar a esta
ciudad.
Hace
tantos años, muchos… y sin embargo, se mantiene tan vivaz como cuando yo lo
abrazaba a mí, en aquellas tardes. Nos hacíamos compañía. Andábamos por las
calles aún sin asfaltar en la siesta, en el verano, o cuando bajaba el sol y
llegaba la noche.
La
niña se ha detenido y parada frente a mí, parece adivinar sus propias facciones
en lo que soy. Yo también la reconozco. Soy yo y él es mi collie, tal como me
veo en aquella fotografía. La que mi padre dejó guardada entre sus cosas y
donde había escrito con su letra prolija, casi caligráfica, en la parte de
atrás: “5 años, octubre de 1953”.
Le
indico con mi mano que se siente a mi lado. Ella me invita a seguir jugando. La
misteriosa energía que nos une está allí. Años luz de la primigenia vez que
sucedió, conectando misteriosa y ancestralmente, nuestras esencias.
Atardece
y es casi de noche. Lo que antes era claridad por un instante, se vuelve
oscuro. Estoy aquí todavía pero a años luz de aquella niña que fui. No sé si es
ley, magia o destino. La niña va hacia adelante. Esta anciana camina hacia
atrás. Mi alma intuye que en algún punto,en algún otro cruce del universo, esas
líneas volverán a cruzarse.
Miro
el sendero abierto. Hacia uno y otro lado, sólo puedo ver luz.
Me
levanto y camino. Voy a ella.
Adri, Adri: Hermosísima semblanza la de este tu escrito. Describes de lo más lindo la quimera del tiempo. Lo ya ido. El presente. Tu imagen reflejada en un crío. ¡Cuánta ternura y cuánto amor encierra tu relato!
ResponderBorrar¡Cuanto descanso fue leerte!
Abrazo,
Alejandro
Lleno de ternura como siempre. Me encantó Adri!
ResponderBorrarUna gran historia que me sabe a realismo mágico, con mucha dulzura y nostalgia. ¡Felicitaciones Adri!
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