Carlos E. Arias Villegas
Cordoba, Colombia
El sobre con visos de colores
me confundió y eso me alegró por un momento, pero la emoción me duró un segundo
¡Era la factura de la luz! Mira Lucho, examiné el recibo y sentí un dolor en el
colmillo cuando contemplé la imagen del alicate, impresa. No, no lo pagué ¡Con
que aliento! No hay para la comida,
mucho menos para pagarles a esos tramposos que cobran el mismo valor mensual y
no descuentan los racionamientos hechos, ni los electrodomésticos que nos han dañado. Hace
una semana que vivo a oscuras. El crédito en la tienda del Cachaco también me
lo cortaron. A veces tengo el pálpito de ser perseguida por la mala situación. Mi
esperanza de trabajo está en el “puesto” que me vas a dar en la administración
si sales elegido al Concejo, Luis Coreli.
Sí, yo oro y leo la Biblia. Ay Lucho, tiempos
aquellos cuando el maná caía del cielo. Solo había que agacharse con el plato y
la cuchara. Los beneficiarios debían solamente seguir a Moisés ¡Esa felicidad parece
que solo se dio en el mundo antiguo! Hoy día seguimos a cientos de fulanos:
artistas unos, religiosos o politiqueros otros, y el arroz se nos pierde por
meses. No mijito, en estos tiempos ni seguir al marido da resultado. Fueron veinte
años de pobreza y mal aliento al lado del petardo de mi marido. ¿y qué me
quedó? Nada bueno, solo mi hija Guadalupe ¿Qué cómo está? Ella está bien. Está
molesta conmigo porque la echaron del colegio. Debo el pago de dos
mensualidades. ―“que oso mami”― me reclamó,
como si fuera una niña riquilla y yo la cachifa que está para servirle. No, el
pae no está por aquí cerca. Ese man se metió a predicador evangélico. Por un
tiempo lo acompañamos a los cultos. Fíjate, toda la familia siguiendo a Dios a
ver si las cosas mejoraban, pero nada. Y has de ver, lo pusieron a dirigir un
grupo dentro de la iglesia, pero con ese genio que se gasta, espantó a más de
medio rebaño. ¡Ay del que lo contradijera! La gente lo llamaba a sus espaldas,
“Biblia guapa”. La última pelotera
que tuvo en la iglesia fue con un comandante paramilitar, recién convertido al
evangelio. Te puedes imaginar: se armó
un rifirrafe donde volaban sillas, biblias y bolsas de agua. Trompadas iban y venían.
Aquello era una desbarajuste de gritos de niños y mujeres en medio de reprensiones
de viejas y hasta ladridos de perros ¡Muchacho, eso era el apocalipsis! Desde
aquella enmanojada no lo volvimos a ver. Hace poco Guadalupe supo de él. Lo vio
en la televisión: estaba en una marcha en Venezuela al lado de los opositores,
con la Biblia bajo el brazo. Hizo lo mejor que podía hacer por nosotras: irse. Ojalá lo nacionalicen y se olvide que es
colombiano.
De acuerdo, ya sé que debo estar
agradecida con Dios porque todavía estamos vivas. Aunque en realidad,
sobrevivimos. Reconozco que he sido bendecida por los programas gratuitos de la
Casa de la Mujer, donde aprendí todo sobre corte y cuidados del cabello,
arreglo de uñas y cejas. Con eso me rebusco. Pero lo que gano no me alcanza. Lo
que me joroba del negocio, es que últimamente los clientes que llegan no son
mujeres que valoren mi trabajo, sino hombres morbosos. Y tengo que atenderlos,
con eso compro la comida.
Ay amigo, la vida es cada vez
más peliaguda para las madres cabeza de familia. Si los hijos supieran los cara y sello a los que una se ve
enfrentada por ellos. Ja, que una no sabe si llorar o reír. Oye, te voy a comentar algo. Tú sabes por lo que estoy pasando. Ajá,
y sabes que soy incapaz de hacer algo indebido y que no soy una vagamunda. Te
cae la madre como te rías o comentes algo.
Ayer un tipo se me acercó. El desgraciado
conocía mi situación, porque me habló con pelos y señales de todo lo que pasaba
en mi vida. Me propuso que me ayudaría con doscientos mil pesos si me acostaba
con él. Lo insulté y hasta le di una cachetada. Y te juro Lucho, no sé cómo en
medio de las disculpas ese man terminó convenciéndome ¡Me ganó de carreta el infeliz!
Ay por favor Luchito, no me vengas con esa
psicología barata de que “debes
sobreponerte”. Que “no le pares bolas
a eso”. Que “Sigues siendo una excelente
mujer y una buena madre”. ¡Basta con eso! Me siento tumbada y escaldada por
una suma que no me alcanza siquiera para pagar la factura de la luz.
¿Puedes creer? En medio de ese ludibrio, hasta
me puse a sacar cuentas de si pagarle al Cachaco de la tienda o abonar una
cuota del colegio de Guadalupe. Pero ese no es lo más triste. La piedra que tengo es que el man ese,
después de todo lo que me hizo, no me dio el dinero ¡Que le diera un plazo para
pagarme, porque él también estaba sin trabajo!
Una realidad actual y la ausencia un sistema de protección. Muy bien narrado. ¡Felicitaciones!
ResponderBorrarGracias Gustavo, por leer y comentar. Un abrazo, Carlos
ResponderBorrarProfe, que buen cuento, esa es la realidad de muchas mujeres allá en libano.
ResponderBorrarProfe, que buen cuento, esa es la realidad de muchas mujeres allá en libano.
ResponderBorrarCada vez que lo leo me gusta más!!! Abrazo, Carlos!
ResponderBorrarJejejeje profe que bonito pero sabe algo el nombre tenía que ser Dorotea era el nombre de unos de los primeros cuentos que nos leio profe gracias y mil gracias por todo sus consejos gracias Carlos Arias
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